Blogia

TataCuba

Medio siglo de luz para dos superestrellas

(Publicado en tiempo21.cu, octubre 20 de 2017)

Medio siglo de luz para dos superestrellas

Hernán Bosch

 Por una de esas curiosidades de la historia, en estos días arriban a su medio siglo de existencia dos de las más refulgentes estrellas del deporte cubano en todos los tiempos: Javier Sotomayor Sanabria y Omar Linares Izquierdo.

El matancero Sotomayor arribó a tan significativa fecha el pasado 13 de octubre, mientras el pinareño Linares lo hará el próximo día 23. Ambos han ganado, además de sus triunfos en las pistas o los estadios, algo que no es menos meritorio: un muy bien merecido respeto, la admiración y el cariño de millones de personas, por su extrema sencillez y su apego a la Patria que los vio nacer.

Es por ello que nos parece oportuno hacer en este momento un breve recuento de los principales triunfos y alegrías que proporcionaron a la entusiasta afición cubana estos dos fenomenales deportistas, para que quienes peinamos canas recordemos con emoción sus hazañas y, fundamentalmente, para que las nuevas generaciones las conozcan, admiren y valoren en toda su magnitud, en especial los jóvenes atletas que hoy se inspiran en el hermoso legado de nuestros campeones.

Javier nació en Limonar, Matanzas, y es llamado también cariñosamente por la afición «Rey de las alturas», «Saltomayor», «Saltanubes» o sencillamente Soto.

Su inigualable trayectoria en la especialidad de salto alto, los impresionantes récords que impuso y mantiene, su gran cantidad de victorias en diversos eventos y las veces que alcanzó los mayores saltos de la historia, lo han situado, sin discusión alguna, como el más grande saltador de altura del planeta en todos los tiempos.

Recordemos solo algunas de sus múltiples hazañas, al menos las más significativas:

 

MARCAS MUNDIALES DE SOTOMAYOR EN SALTO DE ALTURA

 

2,33 metros (La Habana, 19 de mayo de 1984), récord mundial para cadetes.

2,36 m. (Santiago de Cuba, 23 de febrero de 1986), récord mundial juvenil.

2,43 m. (Salamanca, España, 8 de septiembre de 1988), récord mundial absoluto al aire libre. Esta altura la repitió en Budapest, Hungría, el 4 de marzo de 1989 y constituyó récord mundial bajo techo, aun vigente a casi tres décadas de impuesto.

2,44 m. (Puerto Rico, 25 de julio 1989), nuevo récord mundial al aire libre.

2,45 m. (Salamanca, España, 27 de julio de 1993), plusmarca mundial al aire libre aún imbatible a más de 24 años de impuesta.

Como si esto fuera poco, el «Rey de las alturas» logró, entre otras muchas preseas en diversas competencias internacionales, medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Barcelona (1992), los Campeonatos Mundiales de Atletismo de Stuttgart (1993) y Atenas (1997), los Juegos Panamericanos de Indianápolis (1987), La Habana (1991) y Mar del Plata (1995), y en los Juegos Centroamericanos de México (1990), Ponce (1993) y Maracaibo (1998).

En total el fenomenal «Saltamontes» participó en 288 competencias, en las cuales logró la hazaña de brincar sobre los 2,40 metros en 24 ocasiones, algo realmente fabuloso que ningún otro ser humano ha logrado siquiera una decena de veces.

 

El otro deportista que celebra por estos días el medio siglo de existencia es el pelotero Omar Linares Izquierdo, también uno de los «fuera de serie» del deporte cubano.

Natural de San Juan y Martínez, provincia de Pinar del Río, fue uno de esos muchachos de los cuales se afirma que «nació para el deporte». Su padre, Fidel Linares, había sido un destacado pelotero en las primeras Series Nacionales que se organizaron luego del triunfo revolucionario, por lo que como decimos popularmente, el pequeño traía el béisbol en la sangre.

Desde muy joven Omar evidenció las prodigiosas cualidades que lo convertirían con el devenir de los años en un fenomenal  jugador, al extremo de que en la temporada de 1982-83 del campeonato nacional de mayores, ya integraría, con apenas 15 años de edad, la nómina del equipo Vegueros, de su provincia.

A partir de entonces, el Niño Linares, como se le conoce nacional e internacionalmente, fue desarrollando progresiva y aceleradamente sus habilidades. Su bateo de fuerza y altísimos averages fueron lo más sobresaliente en el juego de Omar a lo largo de su carrera deportiva, pero a esos méritos se unían gran velocidad en el corrido de las bases, poderoso brazo y virtuosismo en el custodio de la tercera almohadilla.

Ello le permitió ascender muy rápidamente y, con solo 18 años de edad, integrar el equipo Cuba de mayores, en el cual brilló con luz propia durante casi dos décadas.

Muchos especialistas consideran a Linares el más grande pelotero cubano en todos los tiempos o, al menos, en la etapa del béisbol revolucionario, por los excepcionales numeritos que acumuló tanto en nuestras Series Nacionales como en los múltiples eventos internacionales en los que participó.

A continuación, les resumimos solo algunos de los principales resultados de este excepcional jugador:

– Es el pelotero cubano de más alto average de por vida en las Series Nacionales, con un astronómico 368, en nada menos que 20 campañas.

– Con 404, integra el muy selecto trío de los que han conectado más de 400 jonrones en series nacionales cubanas, junto a Orestes Kindelán (487) y Lázaro Junco (405), y figura además entre los primeros en carreras anotadas, impulsadas, y otros muchos indicadores de la ofensiva.

– Internacionalmente, entre otros eventos, participó en seis Campeonatos Mundiales de Béisbol, en los cuales registró un average de 451 y conectó 22 cuadrangulares; seis Copas Intercontinentales (464 y 27); tres Juegos Olímpicos (444 y 13), cuatro Juegos Panamericanos (369 y ocho) y cuatro Juegos Centroamericanos y del Caribe (372 y seis).

 ¡ Vaya manera de batear ¡

En resumen, que Javier Sotomayor y Omar Linares, estos dos portentosos deportistas cubanos, bien merecen que, en ocasión de su medio siglo de existencia, le digamos, todos a una voz: FELICIDADES, CAMPEONES.

Dos cubanos, dos récords mundiales... ¡en una misma jornada ¡

Dos cubanos, dos récords mundiales... ¡en una misma jornada ¡

(Publicado por Hernán Bosch en tiempo21.cu, agosto 21 de 2017)

   Hoy se cumplen exactamente 40 años de un acontecimiento extraordinario en la historia del deporte cubano, hasta ahora al menos irrepetible: el establecimiento por dos cubanos de dos récords mundiales absolutos en el atletismo, en un mismo evento, en el mismo día, solo con apenas una hora de diferencia.

   Este hecho insólito, sobre todo para una nación pequeña y no desarrollada como Cuba, ocurrió el 21 de agosto de 1977 en Sofía, capital de Bulgaria, durante la celebración de los Juegos Mundiales Universitarios  (Universiadas).

   Sus protagonistas fueron dos de los más grandes atletas que ha tenido la Isla en toda su historia: Alberto Juantorena Danger y Alejandro Casañas Ramírez.

   El suceso adquirió ribetes de leyenda, porque los dos deportistas, que para más coincidencia compartían la misma habitación en el hotel en que se alojaba la delegación cubana, confirmaron luego que un día antes se habían propuesto, en un “pacto secreto” entre ellos, que en esa competencia lograrían batir las anteriores marcas mundiales en sus respectivas especialidades.

   En una entrevista publicada en mayo de 2016 en el sitio web Cubadebate, Juantorena contó al colega Joel García lo que sucedió en Sofía: “Antes de competir le dije a Alejandro Casañas: mañana vamos a romper el récord mundial. Yo el mío y tú el tuyo. Y Casañas, que era guapo, aceptó el reto. Hicimos un documento oficial en el que decía eso, lo firmamos, y lo metimos en una gaveta”.

   Pero, por supuesto, lo más difícil no es proponerse una hazaña de tal magnitud, sino lograrla.

   Recordemos cómo se desarrolló aquel acontecimiento: El primero en competir, en los 800 metros planos, fue Juantorena, quien pasó triunfante la meta con tiempo de 1:43:44 minutos, para mejorar su propio récord mundial, logrado el año anterior en la Olimpiada de Montreal, Canadá, (1:43.50), en la que ganó también en los 400 metros, un hecho sin precedentes en la historia del atletismo.

   En la citada entrevista Juantorena narra que “cuando terminé fui al campo de entrenamiento y le muestro (a Casañas) mi medalla de oro y el récord. Te toca ahora a ti. Y lo consiguió: 13.21 segundos en 110 metros con vallas”.

   Además de esas fenomenales marcas, Alberto Juantorena y Alejandro Casañas lograron, antes y después de aquella hazaña, otros triunfos que los inmortalizaron en la historia del atletismo universal.

   Juantorena, que se ganó los apelativos de “El elegante de las pistas” y “El caballo”, se asentó en la historia del deporte como uno de los más grandes atletas de todos los tiempos, pues además de los mencionados triunfos en las Olimpiadas de Montreal y las Universiadas de Sofía, logró llevarse la medalla de oro en la Copa del Mundo de Alemania (1977) también en los 400 y 800 metros planos, en los Juegos Mundiales Universitarios de Moscú (1973), en los 400, en los Centroamericanos y del Caribe de Colombia (1978) en 400 y 800, y en similar evento efectuado en La Habana (1982) en los 800 y el relevo 4x400, entre otros muchos lauros en competencias como los Juegos de la Amistad de Moscú (1984), en los 800 metros. De no verse afectado por repetidas lesiones, es seguro que hubiera agregado otros éxitos a su brillante carrera deportiva.

   Por su parte, Casañas sumó a su récord mundial en Sofía otros muchos triunfos, entre los que sobresalen dos medallas de plata en los Juegos Olímpicos de Montreal (1976) y Moscú (1980) y las Copas Mundiales de Atletismo de Alemania (1977) e Italia (1981). Ganó el oro en los Juegos Panamericanos de México (1975), primer atleta no estadounidense que logró triunfar en los 110 metros con vallas en ese evento, y también subió a lo más alto del podio en tres Juegos Centroamericanos: República Dominicana (1974), Medellín (Colombia, 1978) y La Habana (1982). En 1977 alcanzó varias medallas de oro: en el Campeonato Centroamericano de Atletismo de Jalapa y la Copa América en Guadalajara, ambos en México, y en las Espartaquiadas de los Ejércitos Amigos en La Habana, a los que se añaden otras muchas victorias en competencias amistosas desarrolladas en Europa.

   A propósito del tema, cerramos este artículo con un recordatorio histórico. En orden cronológico, los cubanos que integran la prestigiosa lista de recordistas mundiales absolutos en el atletismo son los siguientes:

   Pedro Pérez Dueñas, triple salto, (17.40 metros), en Cali, Colombia (1971), Alberto Juantorena, 800 metros planos, en Montreal (1:43.50 minutos) y Sofía (1:43.44), en 1976 y 1977, por ese orden, Alejandro Casañas, 110 con vallas, (13.21 segundos) en Sofía (1977), Javier Sotomayor, salto alto, (2.43, 2.44 y 2.45 metros) en España, Puerto Rico y España, respectivamente, en los años 1988, 1989 y 1993, Osleidys Menéndez, lanzamiento de la jabalina, (71.54 y 71.70 metros), en Grecia (2003) y Finlandia (2005), por ese orden, y Dayron Robles, 110 con vallas, (12.87 segundos) en Ostrava, República Checa (2008).      

"Morir por la Patria es vivir"

"Morir por la Patria es vivir"

(Publicado por Hernán Bosch en tiempo21.cu, agosto 14 de 2017)

Esta hermosa frase, que constituye el último verso de la primera cuarteta del Himno Nacional de Cuba, ha sido inmortalizada y tiene permanente vigencia en la larga historia de luchas por su plena independencia que ha sostenido el pueblo cubano a lo largo de siglo y medio de enfrentamiento a sus opresores: en el siglo XIX, contra los colonialistas españoles y, desde la fundación en 1902 de la «seudorrepública», durante casi seis décadas, contra el imperialismo yanqui y la oligarquía criolla  que, en contubernio, se apoderaron de los recursos naturales del país y convirtieron a la Isla en una neocolonia de Estados Unidos.

Y esa frase se ha convertido en un símbolo inmarcesible porque los cubanos, que en su inmensa mayoría somos patriotas y amamos entrañablemente nuestro terruño, no olvidamos y hemos sabido honrar siempre a los héroes y mártires que han entregado sus vidas en estos años de batalla por nuestra soberanía.

Este lunes 14 de agosto, precisamente, se cumplen 150 años del nacimiento de la bella historia que dio lugar a la creación del Himno Nacional de Cuba, un hecho cultural y político de trascendental significación para cualquier nación y, en este caso, en la heroica tradición de luchas libertarias del pueblo cubano.

Se trata de la composición por el abogado y patriota bayamés Pedro Figueredo (Perucho), en un día como este de 1867, de la música de una marcha que se convertiría en el Himno Nacional.

Según la versión del hecho publicada por el historiador cubano Ramiro Guerra, el 13 de agosto de ese año, durante una reunión del Comité Revolucionario de Bayamo en la que además de Perucho participaron entre otros los también connotados patriotas Francisco Maceo Osorio y Francisco Vicente Aguilera, se acordó componer un himno que, al igual que lo consiguió en su tiempo La Marsellesa, en Francia, enardeciera los ánimos de los revolucionarios que se preparaban en Cuba para la lucha contra la dominación española.

Apenas unas horas después, en la madrugada del día 14 de agosto de 1867, hace hoy 150 años, Figueredo compuso al piano la melodía del Himno, llamado inicialmente Himno de Bayamo o La Bayamesa, en alusión al lugar donde nacía la rebeldía nacional contra el colonialismo español, y devenido Himno Nacional de Cuba.

Unos meses después, en mayo de 1868, Figueredo le solicitó al músico Manuel Muñoz Cedeño que orquestara las notas compuestas por él, y a partir de entonces aquella marcha, aquel canto de guerra y de victoria, comenzó a exaltar el sentimiento patrio.

La acogida del Himno entre quienes se alistaban en Bayamo para liberar a la Isla del régimen colonial fue de tal magnitud, que Perucho decidió conversar con el padre José Batista para interpretarla al finalizar una misa especial que se efectuaría el 11 de junio en la Iglesia Mayor de Bayamo, en ocasión de las festividades del Corpus Christie, que culminarían con el Te déum, en el que estaría presente el gobernador español, Julián Udaeta, casado con una cubana.

El gobernador se sorprendió al escuchar aquella pieza musical y mandó a buscar al director de la orquesta, quien le informó que era una marcha compuesta por el señor Pedro Figueredo.

Udaeta objetó a Figueredo que aquel himno no se parecía en nada a un cántico religioso y sí mucho a una marcha de guerra, a lo que el patriota respondió: «Usted no puede determinar que este sea un canto de guerra, puesto que no es músico».

El gobernador español quedó entonces con la duda, y aquella marcha comenzó a popularizarse y se tocaba en los actos de la Sociedad Filarmónica de Bayamo, institución cultural fundada en 1851 y de cuya directiva formaban parte el propio Perucho Figueredo y Carlos Manuel de Céspedes, quien encabezaría el 10 de octubre de 1868, en su ingenio La Demajagua, el alzamiento que dio inicio a la contienda armada contra el régimen colonialista.

Catorce meses después de creada la melodía del himno, durante la celebración de la Toma de Bayamo por las fuerzas insurrectas mambisas el 20 de octubre de 1868, Perucho le incluyó la letra a aquella marcha, cantada ese día por primera vez por la población, con lo cual se completó el surgimiento del Himno Nacional, que junto a la Bandera de la estrella solitaria y el Escudo de la palma real, integra los Símbolos Nacionales de Cuba.

El estreno oficial de la marcha, sin embargo, ocurrió unos días después, el 8 de noviembre de 1868, cuando la interpretó en el atrio de la Parroquial Mayor de Bayamo la banda de Manuel Muñoz y un coro integrado por seis muchachas negras e igual cantidad de blancas.

Así nació el Himno Nacional de Cuba, ese que ha sembrado en los corazones de la mayoría de los cubanos la firme convicción de que «morir por la patria es vivir».

 

 

 

Héctor Rodríguez, uno de los iconos de la narración deportiva cubana

Héctor Rodríguez, uno de los iconos de la narración deportiva cubana

(Publicado por Hernán Bosch en tiempo21.cu, julio 22 de 2017)

Uno de los momentos epónimos en la historia de la narración deportiva cubana ocurrió a fines de julio de 1976, durante la celebración de la Olimpiada en Montreal, que fueron precisamente las primeras transmitidas en directo por la Televisión cubana.

El protagonista de aquella memorable narración fue el comentarista Héctor Rodríguez, desaparecido físicamente en día como este, 22 de julio de 2012, hace hoy un lustro.

En su libro «Memorias a los sesenta y…», el destacado periodista y comentarista deportivo Eddy Martin, compañero y amigo de Héctor, explicó la forma en que se realizó esta descripción:

«…el audio se recibía por vía telefónica, lo que motivó la utilización de narradores en la sede de los Juegos y en las cabinas de la televisión en Cuba. Así, las dos espectaculares carreras de Alberto Juantorena fueron narradas desde La Habana por Héctor Rodríguez». 

Pese a no estar presente en el escenario de la competencia, la emotiva narración que realizó Héctor sobre la carrera de los 800 metros ganada con récord mundial por el cubano Alberto Juantorena aquel 25 de julio de 1976, resultó realmente fenomenal, impactante.

En la mente de los cubanos que peinamos canas, e incluso entre muchísimos jóvenes, pues aquella histórica victoria ha sido retransmitida decenas de veces por la pequeña pantalla, se ha quedado impregnada la poderosa voz de Héctor Rodríguez y la extraordinaria emoción y énfasis que imprimió al momento: «¡Ahí viene Juantorena, con el corazón!…»

Cuatro días después, el 29, Juantorena se inmortalizaría al triunfar también en los 400 metros, que era realmente su especialidad, para convertirse en el primer atleta, y único hasta ahora, en ganar ambas pruebas en un evento oficial  (400 y 800 metros), consideradas en distintas modalidades: la primera en la velocidad y la segunda, en el medio fondo, éxito inédito que repitió luego en la Copa del Mundo de Dusseldorf 1977, donde su fama alcanzó el clímax.

Pero Héctor Rodríguez, que por su tono grave y poderoso era apodado «La Voz», legó otros espectaculares momentos de alegría a los cubanos con sus magistrales narraciones del béisbol, que protagonizó durante muchos años formando pareja con Eddy Martin, primero, y Modesto Agüero, después.

En especial, se recuerda su emocionante descripción de los dos cuadrangulares que conectara el cubano Lourdes Gourriel ante el equipo de Estados Unidos en la Copa Mundial de Béisbol en 1988, en Parma, Italia.

Además de su amplísima presencia en la radio y la televisión cubanas, Héctor, nacido en Ciego de Ávila en 1946, tuvo también una activa participación en la vida político-social de la nación, como diputado desde 1993 a la Asamblea Nacional, en la que ocupó el cargo de Vicepresidente de la Comisión de Salud y Deportes.

Al cumplirse hoy un lustro de su fallecimiento, es oportuno recordar que, en la despedida de duelo, el entonces vicepresidente del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), Luis Acosta, calificaba a Héctor Rodríguez de «gigante de la narración deportiva y profundo conocedor del béisbol» y añadía: «Su paso por la vida fue para llenarla de grandeza, generosidad y bondad con el ejemplo de padre y esposo, de compromiso con la Revolución, sus tareas y líderes, virtudes que signaron el sentido de su vida».    

Por todo ello, Héctor ocupa un sitial en la pléyade de excelentes narradores y comentaristas deportivos que hicieron y hacen la rica historia de esta profesión en Cuba, entre quienes figuran personalidades que han dejado una estela de aceptación popular por su calidad, como Felo Ramírez, Rubén Rodríguez, Bobby Salamanca, Roberto Pacheco, Ramón «Piti» Rivera, Rolando Crespo, René Navarro, Eddy Martin y Modesto Agüero, entre otros.

 

José Antonio Méndez, "el King" o "el Ronco Maravilloso"

José Antonio Méndez, "el King" o "el Ronco Maravilloso"

(Publicado por Hernán Bosch en tiempo21.cu, junio 21 de 2017)

Este 21 de junio se cumple el aniversario 90 del natalicio del compositor, guitarrista e intérprete de la música popular cubana José Antonio Méndez García, quien llegó a alcanzar fama nacional e internacional fundamentalmente por la calidad de varias de sus composiciones dentro del llamado grupo o «Movimiento del Filin» (del inglés feeling-sentimiento), surgido en Cuba en la década de los años 40 del pasado siglo.

Méndez, proveniente de una familia de origen humilde, había nacido en 1927 en el reparto habanero de Los Pinos. Su padre era un obrero barnizador de muebles y su madre ama de casa que siempre se esforzó por la superación de sus hijos, a quienes enseñó las primeras letras.

Desde niño José Antonio tuvo inclinaciones por la música, que se enriquecieron al conocer en su casa a compositores de la talla de Sindo Garay, Manuel Corona y Rosendo Ruiz, entre otros. Se dedicó desde muy joven a hacer presentaciones solo como un entretenimiento o «hobby», hasta que un día creó una canción que agradó mucho a sus amigos, quienes lo incitaron a dedicarse a la composición.

En 1940, con solo 13 años de edad, se presentó en el famoso programa descubridor de talentos Corte Suprema del Arte, donde obtuvo el primer premio con la interpretación del corrido mexicano Cocula, muy de moda en aquellos años.

Pese a que su voz ronca no era la usual entre los grandes cantantes – al igual que sucedió con el inmortal Bola de Nieve – José Antonio Méndez comenzó a imponerse por su musicalidad, afinación y, luego, por sus exquisitas composiciones musicales.

Ya en 1946 compuso Por mi ceguedadSoy tan Feliz y la famosísima Novia mía,  y en 1947 otra canción inmortal, La gloria eres tú, que fue popularizada por la cantante mexicana Toña La Negra y Pedro Infante la interpretó luego en el filme Dos tipos de cuidado.

Según se apunta en una síntesis biográfica publicada en la enciclopedia digital cubana (ecured.cu), al surgir a fines de la década del 40 el grupo o Movimiento del Filin, José  Antonio Méndez fue uno de sus pilares fundamentales, junto a César Portillo de la Luz, Ángel Díaz, Ñico Rojas, Tania Castellanos, Luis Yáñez, Niño Rivera, Rosendo Ruiz (hijo), Elena Burke y Omara Portuondo, entre otros destacados  compositores, instrumentistas y cantantes cubanos.

Sobre este movimiento expresó José Antonio: «…filin quiere decir sentimiento, pero para nosotros más bien era también algo de la época nuestra, del tiempo que vivíamos. No era sutileza, sino decir algo. Uno podía tener la voz ronca, pero si enviaba un mensaje o decía algo ya tenía filin… De inmediato el término feeling o filin, porque lo españolizamos, pasó a denominar todo lo bueno, lo moderno (…) Nosotros buscábamos la espontaneidad, romper la monotonía. Para nosotros filin era tener algo propio, un sello, una onda del tiempo y del gusto, del buen gusto de la época».

Aunque, según un artículo publicado en La Jiribilla (lajiribilla.cu) por la periodista Josefina Ortega, José Antonio expresó en una ocasión: «Yo no sé fabricar una canción, por eso no soy tan fecundo que digamos (…) cuando trato de exteriorizar mis sentimientos ha existido una razón para hacerlo», legó a la música cubana y universal varias canciones antológicas interpretadas por muchos afamados cantantes de la Isla, México y otras partes del mundo.

Entre esas piezas sobresalen Ese sentimiento que se llama amorMe faltabas túSi me comprendieras y la conocida guaracha Cemento, ladrillo y arena.

Cuando gozaba de una bien ganada fama, José Antonio Méndez García falleció prematuramente en La Habana, en un lamentable accidente del tránsito ocurrido en 10 de junio de 1989, a los 62 años de edad.

Al cumplirse este 21 de junio el aniversario 90 de su natalicio, estas modestas líneas sobre su obra se suman al homenaje que hoy le rinden todos los amantes de la buena música en Cuba y en otras partes del mundo, donde su impronta como compositor es reconocida.


Carlos Roloff: el ilustre veterano de las guerras independentistas cubanas

Carlos Roloff: el ilustre veterano de las guerras independentistas cubanas

(Publicado por Hernán Bosch en tiempo21.cu, mayo 17 de 2017)

A fines del siglo XIX, cuando organizaba en Estados Unidos la “Guerra Necesaria” contra el colonialismo español, el Héroe Nacional de Cuba, José Martí, calificó al polaco Carlos Roloff, uno de sus colaboradores en aquella ardua tarea, como “extranjero generoso, más meritorio en verdad que los cubanos mismos, que sin la obligación del nacimiento sacó el pecho a las balas que el mundo viejo clava todavía, como último blanco, en la isla infeliz, en las dos islas infelices de la América nueva”. (En esta última frase se refiere Martí a las islas de Cuba y Puerto Rico, únicos territorios americanos que no habían adquirido aún la independencia del imperio colonial ibérico).

   Precisamente este 17 de mayo, cuando se cumpe el aniversario 110 del fallecimiento en La Habana del general Roloff, constituye una ocasión propicia para que hagamos algunos apuntes sobre la historia de aquel patriota europeo-cubano que mereció tan altos elogios del Maestro.

   Carlos Roloff Mialofsky había nacido el 4 de noviembre de 1842 de Varsovia, capital de Polonia. En 1862, cuando contaba apenas con 20 años de edad, emigró a Estados Unidos, donde se desarrollaba ya la Guerra de Secesión (1861-1865), en la cual participó como oficial del Ejército Confederado del Norte y adquirió una gran experiencia militar.

   Concluida aquella guerra, a mediados de 1865 llegó a Cuba y se estableció en Caibarién, provincia de Las Villas, donde comenzó a trabajar en una casa de comercio.

   El 6 de febrero de 1869, apenas cuatro meses después de iniciada por Carlos Manuel de Céspedes la “Guerra de los Diez Años” contra las fuerzas del colonialismo español, Roloff se alzó en el potrero Ochoa, cerca de Santa Clara, y un día después ya era proclamado por los insurrectos villareños como jefe del Ejército Libertador en Las Villas, con grado de Mayor General.

   Se inició entonces para el joven polaco una larga carrera de acciones combativas tanto en la provincia de Las Villas como en Camagüey y Oriente, que incluyó el combate del ingenio San Gil, uno de los primeros librados en territorio villareño y donde empleó piezas de artillería diseñadas por él y construidas con troncos de árboles y tiras de cuero. Luego, en zonas orientales, participó en los combates de Jíbaro, Río Grande, Marroquín y Lázaro López.

   En los comienzos de 1875, al ser invadida Las Villas por las fuerzas al mando del Generalísimo Máximo Gómez,  Carlos Roloff fue nombrado jefe de la brigada de Remedios y poco después se le encomendó la Jefatura de la Segunda División, cuyo cuartel  general radicaba en la región de Cienfuegos. En estos tiempos, incendió varios ingenios y colonias y combatió en las acciones de Arimao, Rosario, Auras, La Roqueta, Guayabo, Santa Rosa y Manicaragua, entre otras.

  Luego del oneroso Pacto del Zanjón el 10 de febrero de 1878, que puso fin a la Guerra de los Diez Años sin que se obtuvieran ni la independencia de Cuba ni la eliminación de la esclavitud, sus dos principales objetivos, Roloff se estableció en Guanabacoa, en la provincia de La Habana. Pero esa estancia en la capital duraría poco, pues apenas unos meses después, a mediados del propio 1878, las autoridades españolas lo expulsaron del país por sospechas de conspiración.

   El valeroso luchador polaco se dirigió a Nueva York, Estados Unidos, donde fue electo tesorero del Comité Revolucionario Cubano y en 1879 asumió el cargo de secretario.

   En los años posteriores se dedicó a distintas labores conspirativas y organizó expediciones destinadas a continuar la lucha en Cuba, viajó a Jamaica y permaneció varios años en Panamá y Honduras, desde donde regresó a Estados Unidos llamado por José Martí, junto a quien fue uno de los fundadores del Partido Revolucionario Cubano, se desempeñó como presidente del Cuerpo del Consejo en Tampa y colaboró en la preparación del fracasado Plan de La Fernandina.

   Durante los cuatro años (1895-1898) que duró la Guerra del 95 o Guerra Necesaria (como la llamó su principal

organizador, José Martí), fue muy diversa e importante la labor desempeñada por el valiente y capaz Carlos Roloff.

   Entre 1895 y 1896 trabajó en su organización y trajo a Cuba tres expediciones marítimas con armas, municiones y hombres desde Estados Unidos (dos) y Bahamas (una), y participó en varias acciones armadas, entre ellas el combate del potrero de Pozo Azul, también conocido como Las Varas, el 23 de septiembre de 1895, y junto a Máximo Gómez peleó el día 17 del propio mes en el ataque al fuerte Pelayo, en Sancti Spíritus.

   Como si ello fuera poco, cuando ocupaba el cargo de Secretario de la Guerra, redactó dos textos de instrucción militar: “Táctica de artillería e ingenieros” y “Táctica de caballería”, y participó en los trabajos de la Asamblea Constituyente de La Yaya, efectuada el 10 de octubre de 1897, entre otras tareas relacionadas con las luchas libertarias.  

   Carlos Roloff falleció en Guanabacoa, La Habana, un día como hoy, 17 de mayo, de 1907.

   Por supuesto, el Héroe Nacional José Martí, quien había caído en combate el 19 de mayo de 1895, no pudo conocer esta última etapa de la heroica participación del polifacético combatiente polaco en nuestras gestas independentistas.

   Pese a ello, ya en 1892, por la destacada trayectoria de Roloff en la Guerra de los Diez Años y luego en los preparativos desde Estados Unidos de la Guerra Necesaria, Martí había enaltecido al memorable militar polaco-cubano, de quien afirmó: “la gloria de la guerra y la dignidad de la paz se juntan en su persona” y calificó como “veterano ilustre”.

 

 

 

 

Darío: "El príncipe de las letras castellanas"

Darío: "El príncipe de las letras castellanas"

Publicado por Hernán Bosch en tiempo21.cu, enero 18 de 2017)

   Félix Rubén García Sarmiento era el nombre de pila de aquel gran poeta que llegó a ser conocido como “El príncipe de las letras castellanas” y llamado “Padre del Modernismo”, pero que pasó a la posteridad con el seudónimo de Rubén Darío.

   Considerado por muchos eruditos en la literatura el poeta más importante que escribió en el idioma español fuera de España, Rubén había nacido en la ciudad de Metapa, Matagalpa, en Nicaragua, el 18 de enero de 1867, hace hoy un siglo y medio.

   Fue el primer hijo del matrimonio formado por Manuel García y Rosa Sarmiento, aunque debido a desavenencias familiares, su niñez transcurrió en la ciudad de León, donde fue criado por sus tíos abuelos Félix Ramírez y Bernarda Sarmiento, a quienes consideraba en su infancia como sus verdaderos padres.

   Pese a estas adversidades, Rubén se destacó por su precocidad, pues, según sus biógrafos, aprendió a leer desde los tres años.

   Datos consignados en la enciclopedia digital cubana EcuRed (ecured.cu), indican que asistió a varias escuelas de la ciudad de León y, en los años 1879 y 1880, comienza a educarse con los jesuitas. Pronto empezó también a escribir sus primeros versos, y, apenas cumplidos los 13 años, publicó por primera vez en un periódico la elegía “Una lágrima”, que apareció en el diario El Termómetro, de la ciudad de Rivas, el 26 de julio de 1880. Por esta época también vieron la luz sus poemas “La Fe” y “El Desengaño” y colaboró con El Ensayo, revista literaria de León, alcanzando fama como "poeta niño".

   El talento de Rubén Darío nos legó una obra literaria imperecedera que influyó en centenares de escritores de América y Europa, no obstante a que su juventud y adultez también fueron convulsas y traumáticas, debido que tuvo varios amores y amoríos y se aficionó de manera desmedida al alcohol, lo que le ocasionó frecuentes problemas de salud y en los últimos años de su vida crisis psicológicas, caracterizadas por momentos de exaltación mística y por una fijación obsesiva con la idea de la muerte.

   Los especialistas han jalonado la gran obra poética de Darío, a partir de la publicación de tres libros en los que aparecen sus principales creaciones. Son ellos:

 “Azul” (1888), considerado el libro inaugural del Modernismo hispanoamericano, recoge tanto relatos en prosa como poemas, cuya variedad métrica llamó la atención de la crítica.

   “Prosas profanas y otros poemas” (1896) marca la etapa de plenitud del Modernismo y de la obra poética dariana. Este libro está constituido por una colección de poemas en los que la presencia de lo erótico es  importante, aunque no está ausente la preocupación por temas esotéricos.

   “Cantos de vida y esperanza” (1905), anuncia una línea más intimista y reflexiva dentro de su producción, sin renunciar a los temas que se han convertido en señas de identidad del Modernismo.

   Los críticos literarios que han estudiado su obra, coinciden en señalar la marcada influencia que ejerció en Darío la cultura francesa, lo que se evidencia en el volumen “Los raros”, que publicó también en 1905, donde se dedica a glosar a varios intelectuales por los que sentía gran admiración, entre los que predominan los franceses.

   Resulta significativo que en esa selección de escritores solo aparece un autor que escribió su obra en español, y es nuestro Héroe Nacional, José Martí.

   Darío reconoció la influencia que la cultura francesa ejerció en su obra al escribir: "El Modernismo no es otra cosa que el verso y la prosa castellanos pasados por el fino tamiz del buen verso y de la buena prosa franceses".

   En el propio año 1905 aparecieron además algunos de sus más conocidos poemas como “Salutación del optimista” y “A Roosevelt”, en los que destaca el carácter de la cultura hispánica frente a la creciente amenaza del imperio estadounidense. En el segundo de estos poemas, dirigido al entonces presidente de Estados Unidos, Theodore Roosvelt, Darío escribe: 

 

Eres los Estados Unidos,

eres el futuro invasor

de la América ingenua que tiene sangre indígena,

que aún reza a Jesucristo y aún habla en español.

 

   Rubén Darío, citado generalmente como el iniciador y máximo representante del Modernismo hispánico, ejerció gran influencia en los poetas que le sucedieron, fue uno de los grandes renovadores del lenguaje poético en las letras hispánicas y es considerado genio lírico hispanoamericano de resonancia universal.

   Falleció el 6 de febrero de 1916 en León, ciudad donde había transcurrido su niñez, y ha recibido múltiples reconocimientos, entre los cuales sobresale su proclamación como Héroe Nacional de Nicaragua, en acuerdo adoptado por la Asamblea Nacional (Parlamento) de ese país centroamericano, en ocasión de conmemorarse en 2016 el centenario de su muerte.

 


Algunos apuntes sobre la historia de la pelota revolucionaria cubana

Algunos apuntes sobre la historia de la pelota revolucionaria cubana

(Publicado por Hernán Bosch en tiempo21.cu, enero 14 de 2017)

   Hoy 14 de enero de 2017 se cumplen 55 años de la inauguración por el líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro, de  la Primera Serie Nacional de Béisbol, que marcaría el inicio de una nueva etapa en la rica tradición de la pelota en nuestro país.

  La prensa de la época cuenta que a las 1:30 de la tarde de aquel día de 1962, luego de escucharse las notas del Himno Nacional, saldrían a la grama del estadio Latinoamericano, de La Habana, las cuatro selecciones que, luego de Series Interzonales realizadas previamente, intervendrían en el primer campeonato nacional con los nombres de Orientales, Occidentales, Azucareros y Habana, integradas por peloteros provenientes de las seis provincias que entonces tenía Cuba.

  El graderío del “Latino”, que en aquellos tiempos tenía capacidad para unas 25 mil personas, estaba abarrotado por una afición entusiasta.

  La ceremonia de apertura tuvo su clímax cuando los cuatro directores de los equipos: Tony Castaño (Azucareros) con un bate, Fermín Guerra (Occidentales) con una mascota, Pedro “Natilla” Jiménez (Orientales) con una pelota y José María Fernández (Habana) con un guante, avanzaron hacia el home para que el Jefe de la Revolución escogiera la forma de iniciar el torneo.

   Fidel escogió batear y, luego de dos lanzamientos, le conectó un roletazo entre primera y segunda al derecho de Azucareros, Jorge Santín, para dejar inaugurada la Primera Serie Nacional.

   Aquella histórica Primera Serie se desarrolló por el sistema todos contra todos, con 27 juegos para cada equipo, y fue ganada por Occidentales (18 triunfos y 9 derrotas), seguido por Orientales (13-14), Azucareros (13-14) y Habana (10-17).

   Los tres campeonatos siguientes, efectuados en fines de 1962 y 1965, mantuvieron intacta la estructura de cuatro equipos y luego se desarrollaron apenas dos campeonatos con seis selecciones.

  A partir de entonces, se inició un período de continuos cambios estructurales, comenzado con cinco temporadas de 12 selecciones y otras cinco con 14 novenas, que se extendieron hasta la serie número 16, iniciada en 1976, año en el cual se adoptó la División Político-Administrativa del país, que transformó las antiguas seis provincias cubanas en 14 territorios con esa categoría.      

   Fue con esa trascendental transformación en la división geográfica de la nación cuando comenzó un período en el cual cada una de esas nuevas provincias contaba con, al menos, un equipo representativo, excepto Ciudad de La Habana (la capital), Pinar del Río y Matanzas, que eran representadas por dos selecciones.

   Se inició, entonces, una etapa comprendida entre 1977 y 1991, en la que se efectuaron 15 series nacionales con 18 equipos, pues a los 17 provinciales se sumaba el del municipio especial Isla de la Juventud.

   Desde el campeonato número 32 (1992-93), Pinar y Matanzas ya no contaron más con dos selecciones y jugaron con un solo conjunto, por lo que el total de equipos participantes se redujo a los 16 que se han mantenido en los últimos torneos, con la excepción de la campaña 51, en la que incluyeron 17.

   Esta detallada explicación, seguramente tediosa para los especialistas del béisbol que peinan canas como yo, resulta, sin embargo, necesaria para los jóvenes que no vivieron aquella época.

   A lo largo de estos 55 años de historia de la pelota en la etapa revolucionaria, el equipo Cuba, representado por los mejores peloteros de todo el país, tejió una impresionante cadena de victorias en la esfera internacional, entre los cuales los más sobresalientes fueron los tres títulos alcanzados en los Juegos Olímpicos de Barcelona (1992), Atlanta (1996) y Atenas (2004), de los cinco torneos oficiales que se disputaron en esos años en las olimpíadas.

   A esos lauros se añadieron innumerables triunfos en los campeonatos mundiales, copas intercontinentales, juegos panamericanos y centroamericanos.

   Los últimos resultados significativos se lograron en el Primer Clásico Mundial, efectuado e 2006, en el cual, contra todo pronóstico, Cuba logró una honrosa medalla de plata, y los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro en 2007, donde se obtuvo el oro.

   A partir de entonces se inició una década de marcada decadencia en la que no se ha obtenido un solo éxito que pueda considerarse notable, lo que, en un país acostumbrado a los triunfos de su béisbol, ha originado una ya larga polémica en torno a los pobres resultados de nuestra selección nacional, y sobre las causas y posibles soluciones a tal situación.

   En esa encendida disputa, algunos especialistas, al intentar explicar las constantes derrotas, esgrimen con fuerza, como si fuera el argumento esencial, la presencia de los peloteros profesionales que desde finales del pasado siglo comenzaron a participar en los equipos de sus respectivos países en los diferentes torneos internacionales.

   Nadie podría negar, porque resulta indiscutible, que ese factor es uno de los que deben tomarse en cuenta a la hora de razonar en torno a las causas del notabilísimo «descenso» del accionar internacional de las selecciones nacionales de la Isla.  

   Sin embargo, me parece que, en lugar de centrarnos en los contrarios, debemos dedicarnos más a mejorar lo que hacemos y fundamentalmente lo que está por hacer para lograr que Cuba llegue, más temprano que tarde, a tener un equipo como el de las décadas de los 80 y 90.

   Es cierto que el béisbol cubano se ha visto afectado en los últimos años por las frecuentes salidas del país de excelentes peloteros que hoy se desempeñan en otras ligas, pero, aún con ese hándicap, debemos preguntarnos si con la fructífera tradición y el amplio material humano que tiene Cuba en el béisbol, no pudiéramos trabajar con más eficiencia en la búsqueda, captación, preparación y retención de peloteros que alcancen la talla de los de las décadas pasadas.

   Sería un pesimismo extremo pensar que no podremos, aprovechando las experiencias pasadas y con una mejor labor de los técnicos, entrenadores y directivos, contar en un futuro no tan lejano con peloteros de la alta alcurnia de los Linares, Pacheco, Kindelán, Casanova, Gourriel, Ulacia, Urrutia… o formidables lanzadores como Vinent, Rogelio, Romero, Valdés, Valle, Costa, Vera… por sólo mencionar algunos de los que posibilitaron a nuestra pequeña isla integrar formidables selecciones, que fueron capaces de ganar muchos títulos olímpicos y mundiales e, incluso, enfrentar y  derrotar a un equipo como los Orioles de Baltimore, con sólido historial en las Grandes Ligas.

   No enfaticemos más que los rivales de ahora son más fuertes que los de hace 20 años, y reconozcamos ante todo, con humildad, que lo fundamental es que nuestro equipo nacional es actualmente mucho más débil que el de aquella época, y trabajemos más por lograr que recupere su fuerza y Cuba retome el camino de las victorias.