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Algunos apuntes sobre la historia de la pelota revolucionaria cubana

Algunos apuntes sobre la historia de la pelota revolucionaria cubana

(Publicado por Hernán Bosch en tiempo21.cu, enero 14 de 2017)

   Hoy 14 de enero de 2017 se cumplen 55 años de la inauguración por el líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro, de  la Primera Serie Nacional de Béisbol, que marcaría el inicio de una nueva etapa en la rica tradición de la pelota en nuestro país.

  La prensa de la época cuenta que a las 1:30 de la tarde de aquel día de 1962, luego de escucharse las notas del Himno Nacional, saldrían a la grama del estadio Latinoamericano, de La Habana, las cuatro selecciones que, luego de Series Interzonales realizadas previamente, intervendrían en el primer campeonato nacional con los nombres de Orientales, Occidentales, Azucareros y Habana, integradas por peloteros provenientes de las seis provincias que entonces tenía Cuba.

  El graderío del “Latino”, que en aquellos tiempos tenía capacidad para unas 25 mil personas, estaba abarrotado por una afición entusiasta.

  La ceremonia de apertura tuvo su clímax cuando los cuatro directores de los equipos: Tony Castaño (Azucareros) con un bate, Fermín Guerra (Occidentales) con una mascota, Pedro “Natilla” Jiménez (Orientales) con una pelota y José María Fernández (Habana) con un guante, avanzaron hacia el home para que el Jefe de la Revolución escogiera la forma de iniciar el torneo.

   Fidel escogió batear y, luego de dos lanzamientos, le conectó un roletazo entre primera y segunda al derecho de Azucareros, Jorge Santín, para dejar inaugurada la Primera Serie Nacional.

   Aquella histórica Primera Serie se desarrolló por el sistema todos contra todos, con 27 juegos para cada equipo, y fue ganada por Occidentales (18 triunfos y 9 derrotas), seguido por Orientales (13-14), Azucareros (13-14) y Habana (10-17).

   Los tres campeonatos siguientes, efectuados en fines de 1962 y 1965, mantuvieron intacta la estructura de cuatro equipos y luego se desarrollaron apenas dos campeonatos con seis selecciones.

  A partir de entonces, se inició un período de continuos cambios estructurales, comenzado con cinco temporadas de 12 selecciones y otras cinco con 14 novenas, que se extendieron hasta la serie número 16, iniciada en 1976, año en el cual se adoptó la División Político-Administrativa del país, que transformó las antiguas seis provincias cubanas en 14 territorios con esa categoría.      

   Fue con esa trascendental transformación en la división geográfica de la nación cuando comenzó un período en el cual cada una de esas nuevas provincias contaba con, al menos, un equipo representativo, excepto Ciudad de La Habana (la capital), Pinar del Río y Matanzas, que eran representadas por dos selecciones.

   Se inició, entonces, una etapa comprendida entre 1977 y 1991, en la que se efectuaron 15 series nacionales con 18 equipos, pues a los 17 provinciales se sumaba el del municipio especial Isla de la Juventud.

   Desde el campeonato número 32 (1992-93), Pinar y Matanzas ya no contaron más con dos selecciones y jugaron con un solo conjunto, por lo que el total de equipos participantes se redujo a los 16 que se han mantenido en los últimos torneos, con la excepción de la campaña 51, en la que incluyeron 17.

   Esta detallada explicación, seguramente tediosa para los especialistas del béisbol que peinan canas como yo, resulta, sin embargo, necesaria para los jóvenes que no vivieron aquella época.

   A lo largo de estos 55 años de historia de la pelota en la etapa revolucionaria, el equipo Cuba, representado por los mejores peloteros de todo el país, tejió una impresionante cadena de victorias en la esfera internacional, entre los cuales los más sobresalientes fueron los tres títulos alcanzados en los Juegos Olímpicos de Barcelona (1992), Atlanta (1996) y Atenas (2004), de los cinco torneos oficiales que se disputaron en esos años en las olimpíadas.

   A esos lauros se añadieron innumerables triunfos en los campeonatos mundiales, copas intercontinentales, juegos panamericanos y centroamericanos.

   Los últimos resultados significativos se lograron en el Primer Clásico Mundial, efectuado e 2006, en el cual, contra todo pronóstico, Cuba logró una honrosa medalla de plata, y los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro en 2007, donde se obtuvo el oro.

   A partir de entonces se inició una década de marcada decadencia en la que no se ha obtenido un solo éxito que pueda considerarse notable, lo que, en un país acostumbrado a los triunfos de su béisbol, ha originado una ya larga polémica en torno a los pobres resultados de nuestra selección nacional, y sobre las causas y posibles soluciones a tal situación.

   En esa encendida disputa, algunos especialistas, al intentar explicar las constantes derrotas, esgrimen con fuerza, como si fuera el argumento esencial, la presencia de los peloteros profesionales que desde finales del pasado siglo comenzaron a participar en los equipos de sus respectivos países en los diferentes torneos internacionales.

   Nadie podría negar, porque resulta indiscutible, que ese factor es uno de los que deben tomarse en cuenta a la hora de razonar en torno a las causas del notabilísimo «descenso» del accionar internacional de las selecciones nacionales de la Isla.  

   Sin embargo, me parece que, en lugar de centrarnos en los contrarios, debemos dedicarnos más a mejorar lo que hacemos y fundamentalmente lo que está por hacer para lograr que Cuba llegue, más temprano que tarde, a tener un equipo como el de las décadas de los 80 y 90.

   Es cierto que el béisbol cubano se ha visto afectado en los últimos años por las frecuentes salidas del país de excelentes peloteros que hoy se desempeñan en otras ligas, pero, aún con ese hándicap, debemos preguntarnos si con la fructífera tradición y el amplio material humano que tiene Cuba en el béisbol, no pudiéramos trabajar con más eficiencia en la búsqueda, captación, preparación y retención de peloteros que alcancen la talla de los de las décadas pasadas.

   Sería un pesimismo extremo pensar que no podremos, aprovechando las experiencias pasadas y con una mejor labor de los técnicos, entrenadores y directivos, contar en un futuro no tan lejano con peloteros de la alta alcurnia de los Linares, Pacheco, Kindelán, Casanova, Gourriel, Ulacia, Urrutia… o formidables lanzadores como Vinent, Rogelio, Romero, Valdés, Valle, Costa, Vera… por sólo mencionar algunos de los que posibilitaron a nuestra pequeña isla integrar formidables selecciones, que fueron capaces de ganar muchos títulos olímpicos y mundiales e, incluso, enfrentar y  derrotar a un equipo como los Orioles de Baltimore, con sólido historial en las Grandes Ligas.

   No enfaticemos más que los rivales de ahora son más fuertes que los de hace 20 años, y reconozcamos ante todo, con humildad, que lo fundamental es que nuestro equipo nacional es actualmente mucho más débil que el de aquella época, y trabajemos más por lograr que recupere su fuerza y Cuba retome el camino de las victorias.

 

 

 


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