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Medio siglo de luz para dos superestrellas

(Publicado en tiempo21.cu, octubre 20 de 2017)

Medio siglo de luz para dos superestrellas

Hernán Bosch

 Por una de esas curiosidades de la historia, en estos días arriban a su medio siglo de existencia dos de las más refulgentes estrellas del deporte cubano en todos los tiempos: Javier Sotomayor Sanabria y Omar Linares Izquierdo.

El matancero Sotomayor arribó a tan significativa fecha el pasado 13 de octubre, mientras el pinareño Linares lo hará el próximo día 23. Ambos han ganado, además de sus triunfos en las pistas o los estadios, algo que no es menos meritorio: un muy bien merecido respeto, la admiración y el cariño de millones de personas, por su extrema sencillez y su apego a la Patria que los vio nacer.

Es por ello que nos parece oportuno hacer en este momento un breve recuento de los principales triunfos y alegrías que proporcionaron a la entusiasta afición cubana estos dos fenomenales deportistas, para que quienes peinamos canas recordemos con emoción sus hazañas y, fundamentalmente, para que las nuevas generaciones las conozcan, admiren y valoren en toda su magnitud, en especial los jóvenes atletas que hoy se inspiran en el hermoso legado de nuestros campeones.

Javier nació en Limonar, Matanzas, y es llamado también cariñosamente por la afición «Rey de las alturas», «Saltomayor», «Saltanubes» o sencillamente Soto.

Su inigualable trayectoria en la especialidad de salto alto, los impresionantes récords que impuso y mantiene, su gran cantidad de victorias en diversos eventos y las veces que alcanzó los mayores saltos de la historia, lo han situado, sin discusión alguna, como el más grande saltador de altura del planeta en todos los tiempos.

Recordemos solo algunas de sus múltiples hazañas, al menos las más significativas:

 

MARCAS MUNDIALES DE SOTOMAYOR EN SALTO DE ALTURA

 

2,33 metros (La Habana, 19 de mayo de 1984), récord mundial para cadetes.

2,36 m. (Santiago de Cuba, 23 de febrero de 1986), récord mundial juvenil.

2,43 m. (Salamanca, España, 8 de septiembre de 1988), récord mundial absoluto al aire libre. Esta altura la repitió en Budapest, Hungría, el 4 de marzo de 1989 y constituyó récord mundial bajo techo, aun vigente a casi tres décadas de impuesto.

2,44 m. (Puerto Rico, 25 de julio 1989), nuevo récord mundial al aire libre.

2,45 m. (Salamanca, España, 27 de julio de 1993), plusmarca mundial al aire libre aún imbatible a más de 24 años de impuesta.

Como si esto fuera poco, el «Rey de las alturas» logró, entre otras muchas preseas en diversas competencias internacionales, medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Barcelona (1992), los Campeonatos Mundiales de Atletismo de Stuttgart (1993) y Atenas (1997), los Juegos Panamericanos de Indianápolis (1987), La Habana (1991) y Mar del Plata (1995), y en los Juegos Centroamericanos de México (1990), Ponce (1993) y Maracaibo (1998).

En total el fenomenal «Saltamontes» participó en 288 competencias, en las cuales logró la hazaña de brincar sobre los 2,40 metros en 24 ocasiones, algo realmente fabuloso que ningún otro ser humano ha logrado siquiera una decena de veces.

 

El otro deportista que celebra por estos días el medio siglo de existencia es el pelotero Omar Linares Izquierdo, también uno de los «fuera de serie» del deporte cubano.

Natural de San Juan y Martínez, provincia de Pinar del Río, fue uno de esos muchachos de los cuales se afirma que «nació para el deporte». Su padre, Fidel Linares, había sido un destacado pelotero en las primeras Series Nacionales que se organizaron luego del triunfo revolucionario, por lo que como decimos popularmente, el pequeño traía el béisbol en la sangre.

Desde muy joven Omar evidenció las prodigiosas cualidades que lo convertirían con el devenir de los años en un fenomenal  jugador, al extremo de que en la temporada de 1982-83 del campeonato nacional de mayores, ya integraría, con apenas 15 años de edad, la nómina del equipo Vegueros, de su provincia.

A partir de entonces, el Niño Linares, como se le conoce nacional e internacionalmente, fue desarrollando progresiva y aceleradamente sus habilidades. Su bateo de fuerza y altísimos averages fueron lo más sobresaliente en el juego de Omar a lo largo de su carrera deportiva, pero a esos méritos se unían gran velocidad en el corrido de las bases, poderoso brazo y virtuosismo en el custodio de la tercera almohadilla.

Ello le permitió ascender muy rápidamente y, con solo 18 años de edad, integrar el equipo Cuba de mayores, en el cual brilló con luz propia durante casi dos décadas.

Muchos especialistas consideran a Linares el más grande pelotero cubano en todos los tiempos o, al menos, en la etapa del béisbol revolucionario, por los excepcionales numeritos que acumuló tanto en nuestras Series Nacionales como en los múltiples eventos internacionales en los que participó.

A continuación, les resumimos solo algunos de los principales resultados de este excepcional jugador:

– Es el pelotero cubano de más alto average de por vida en las Series Nacionales, con un astronómico 368, en nada menos que 20 campañas.

– Con 404, integra el muy selecto trío de los que han conectado más de 400 jonrones en series nacionales cubanas, junto a Orestes Kindelán (487) y Lázaro Junco (405), y figura además entre los primeros en carreras anotadas, impulsadas, y otros muchos indicadores de la ofensiva.

– Internacionalmente, entre otros eventos, participó en seis Campeonatos Mundiales de Béisbol, en los cuales registró un average de 451 y conectó 22 cuadrangulares; seis Copas Intercontinentales (464 y 27); tres Juegos Olímpicos (444 y 13), cuatro Juegos Panamericanos (369 y ocho) y cuatro Juegos Centroamericanos y del Caribe (372 y seis).

 ¡ Vaya manera de batear ¡

En resumen, que Javier Sotomayor y Omar Linares, estos dos portentosos deportistas cubanos, bien merecen que, en ocasión de su medio siglo de existencia, le digamos, todos a una voz: FELICIDADES, CAMPEONES.

Dos cubanos, dos récords mundiales... ¡en una misma jornada ¡

Dos cubanos, dos récords mundiales... ¡en una misma jornada ¡

(Publicado por Hernán Bosch en tiempo21.cu, agosto 21 de 2017)

   Hoy se cumplen exactamente 40 años de un acontecimiento extraordinario en la historia del deporte cubano, hasta ahora al menos irrepetible: el establecimiento por dos cubanos de dos récords mundiales absolutos en el atletismo, en un mismo evento, en el mismo día, solo con apenas una hora de diferencia.

   Este hecho insólito, sobre todo para una nación pequeña y no desarrollada como Cuba, ocurrió el 21 de agosto de 1977 en Sofía, capital de Bulgaria, durante la celebración de los Juegos Mundiales Universitarios  (Universiadas).

   Sus protagonistas fueron dos de los más grandes atletas que ha tenido la Isla en toda su historia: Alberto Juantorena Danger y Alejandro Casañas Ramírez.

   El suceso adquirió ribetes de leyenda, porque los dos deportistas, que para más coincidencia compartían la misma habitación en el hotel en que se alojaba la delegación cubana, confirmaron luego que un día antes se habían propuesto, en un “pacto secreto” entre ellos, que en esa competencia lograrían batir las anteriores marcas mundiales en sus respectivas especialidades.

   En una entrevista publicada en mayo de 2016 en el sitio web Cubadebate, Juantorena contó al colega Joel García lo que sucedió en Sofía: “Antes de competir le dije a Alejandro Casañas: mañana vamos a romper el récord mundial. Yo el mío y tú el tuyo. Y Casañas, que era guapo, aceptó el reto. Hicimos un documento oficial en el que decía eso, lo firmamos, y lo metimos en una gaveta”.

   Pero, por supuesto, lo más difícil no es proponerse una hazaña de tal magnitud, sino lograrla.

   Recordemos cómo se desarrolló aquel acontecimiento: El primero en competir, en los 800 metros planos, fue Juantorena, quien pasó triunfante la meta con tiempo de 1:43:44 minutos, para mejorar su propio récord mundial, logrado el año anterior en la Olimpiada de Montreal, Canadá, (1:43.50), en la que ganó también en los 400 metros, un hecho sin precedentes en la historia del atletismo.

   En la citada entrevista Juantorena narra que “cuando terminé fui al campo de entrenamiento y le muestro (a Casañas) mi medalla de oro y el récord. Te toca ahora a ti. Y lo consiguió: 13.21 segundos en 110 metros con vallas”.

   Además de esas fenomenales marcas, Alberto Juantorena y Alejandro Casañas lograron, antes y después de aquella hazaña, otros triunfos que los inmortalizaron en la historia del atletismo universal.

   Juantorena, que se ganó los apelativos de “El elegante de las pistas” y “El caballo”, se asentó en la historia del deporte como uno de los más grandes atletas de todos los tiempos, pues además de los mencionados triunfos en las Olimpiadas de Montreal y las Universiadas de Sofía, logró llevarse la medalla de oro en la Copa del Mundo de Alemania (1977) también en los 400 y 800 metros planos, en los Juegos Mundiales Universitarios de Moscú (1973), en los 400, en los Centroamericanos y del Caribe de Colombia (1978) en 400 y 800, y en similar evento efectuado en La Habana (1982) en los 800 y el relevo 4x400, entre otros muchos lauros en competencias como los Juegos de la Amistad de Moscú (1984), en los 800 metros. De no verse afectado por repetidas lesiones, es seguro que hubiera agregado otros éxitos a su brillante carrera deportiva.

   Por su parte, Casañas sumó a su récord mundial en Sofía otros muchos triunfos, entre los que sobresalen dos medallas de plata en los Juegos Olímpicos de Montreal (1976) y Moscú (1980) y las Copas Mundiales de Atletismo de Alemania (1977) e Italia (1981). Ganó el oro en los Juegos Panamericanos de México (1975), primer atleta no estadounidense que logró triunfar en los 110 metros con vallas en ese evento, y también subió a lo más alto del podio en tres Juegos Centroamericanos: República Dominicana (1974), Medellín (Colombia, 1978) y La Habana (1982). En 1977 alcanzó varias medallas de oro: en el Campeonato Centroamericano de Atletismo de Jalapa y la Copa América en Guadalajara, ambos en México, y en las Espartaquiadas de los Ejércitos Amigos en La Habana, a los que se añaden otras muchas victorias en competencias amistosas desarrolladas en Europa.

   A propósito del tema, cerramos este artículo con un recordatorio histórico. En orden cronológico, los cubanos que integran la prestigiosa lista de recordistas mundiales absolutos en el atletismo son los siguientes:

   Pedro Pérez Dueñas, triple salto, (17.40 metros), en Cali, Colombia (1971), Alberto Juantorena, 800 metros planos, en Montreal (1:43.50 minutos) y Sofía (1:43.44), en 1976 y 1977, por ese orden, Alejandro Casañas, 110 con vallas, (13.21 segundos) en Sofía (1977), Javier Sotomayor, salto alto, (2.43, 2.44 y 2.45 metros) en España, Puerto Rico y España, respectivamente, en los años 1988, 1989 y 1993, Osleidys Menéndez, lanzamiento de la jabalina, (71.54 y 71.70 metros), en Grecia (2003) y Finlandia (2005), por ese orden, y Dayron Robles, 110 con vallas, (12.87 segundos) en Ostrava, República Checa (2008).      

Héctor Rodríguez, uno de los iconos de la narración deportiva cubana

Héctor Rodríguez, uno de los iconos de la narración deportiva cubana

(Publicado por Hernán Bosch en tiempo21.cu, julio 22 de 2017)

Uno de los momentos epónimos en la historia de la narración deportiva cubana ocurrió a fines de julio de 1976, durante la celebración de la Olimpiada en Montreal, que fueron precisamente las primeras transmitidas en directo por la Televisión cubana.

El protagonista de aquella memorable narración fue el comentarista Héctor Rodríguez, desaparecido físicamente en día como este, 22 de julio de 2012, hace hoy un lustro.

En su libro «Memorias a los sesenta y…», el destacado periodista y comentarista deportivo Eddy Martin, compañero y amigo de Héctor, explicó la forma en que se realizó esta descripción:

«…el audio se recibía por vía telefónica, lo que motivó la utilización de narradores en la sede de los Juegos y en las cabinas de la televisión en Cuba. Así, las dos espectaculares carreras de Alberto Juantorena fueron narradas desde La Habana por Héctor Rodríguez». 

Pese a no estar presente en el escenario de la competencia, la emotiva narración que realizó Héctor sobre la carrera de los 800 metros ganada con récord mundial por el cubano Alberto Juantorena aquel 25 de julio de 1976, resultó realmente fenomenal, impactante.

En la mente de los cubanos que peinamos canas, e incluso entre muchísimos jóvenes, pues aquella histórica victoria ha sido retransmitida decenas de veces por la pequeña pantalla, se ha quedado impregnada la poderosa voz de Héctor Rodríguez y la extraordinaria emoción y énfasis que imprimió al momento: «¡Ahí viene Juantorena, con el corazón!…»

Cuatro días después, el 29, Juantorena se inmortalizaría al triunfar también en los 400 metros, que era realmente su especialidad, para convertirse en el primer atleta, y único hasta ahora, en ganar ambas pruebas en un evento oficial  (400 y 800 metros), consideradas en distintas modalidades: la primera en la velocidad y la segunda, en el medio fondo, éxito inédito que repitió luego en la Copa del Mundo de Dusseldorf 1977, donde su fama alcanzó el clímax.

Pero Héctor Rodríguez, que por su tono grave y poderoso era apodado «La Voz», legó otros espectaculares momentos de alegría a los cubanos con sus magistrales narraciones del béisbol, que protagonizó durante muchos años formando pareja con Eddy Martin, primero, y Modesto Agüero, después.

En especial, se recuerda su emocionante descripción de los dos cuadrangulares que conectara el cubano Lourdes Gourriel ante el equipo de Estados Unidos en la Copa Mundial de Béisbol en 1988, en Parma, Italia.

Además de su amplísima presencia en la radio y la televisión cubanas, Héctor, nacido en Ciego de Ávila en 1946, tuvo también una activa participación en la vida político-social de la nación, como diputado desde 1993 a la Asamblea Nacional, en la que ocupó el cargo de Vicepresidente de la Comisión de Salud y Deportes.

Al cumplirse hoy un lustro de su fallecimiento, es oportuno recordar que, en la despedida de duelo, el entonces vicepresidente del Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), Luis Acosta, calificaba a Héctor Rodríguez de «gigante de la narración deportiva y profundo conocedor del béisbol» y añadía: «Su paso por la vida fue para llenarla de grandeza, generosidad y bondad con el ejemplo de padre y esposo, de compromiso con la Revolución, sus tareas y líderes, virtudes que signaron el sentido de su vida».    

Por todo ello, Héctor ocupa un sitial en la pléyade de excelentes narradores y comentaristas deportivos que hicieron y hacen la rica historia de esta profesión en Cuba, entre quienes figuran personalidades que han dejado una estela de aceptación popular por su calidad, como Felo Ramírez, Rubén Rodríguez, Bobby Salamanca, Roberto Pacheco, Ramón «Piti» Rivera, Rolando Crespo, René Navarro, Eddy Martin y Modesto Agüero, entre otros.

 

Algunos apuntes sobre la historia de la pelota revolucionaria cubana

Algunos apuntes sobre la historia de la pelota revolucionaria cubana

(Publicado por Hernán Bosch en tiempo21.cu, enero 14 de 2017)

   Hoy 14 de enero de 2017 se cumplen 55 años de la inauguración por el líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro, de  la Primera Serie Nacional de Béisbol, que marcaría el inicio de una nueva etapa en la rica tradición de la pelota en nuestro país.

  La prensa de la época cuenta que a las 1:30 de la tarde de aquel día de 1962, luego de escucharse las notas del Himno Nacional, saldrían a la grama del estadio Latinoamericano, de La Habana, las cuatro selecciones que, luego de Series Interzonales realizadas previamente, intervendrían en el primer campeonato nacional con los nombres de Orientales, Occidentales, Azucareros y Habana, integradas por peloteros provenientes de las seis provincias que entonces tenía Cuba.

  El graderío del “Latino”, que en aquellos tiempos tenía capacidad para unas 25 mil personas, estaba abarrotado por una afición entusiasta.

  La ceremonia de apertura tuvo su clímax cuando los cuatro directores de los equipos: Tony Castaño (Azucareros) con un bate, Fermín Guerra (Occidentales) con una mascota, Pedro “Natilla” Jiménez (Orientales) con una pelota y José María Fernández (Habana) con un guante, avanzaron hacia el home para que el Jefe de la Revolución escogiera la forma de iniciar el torneo.

   Fidel escogió batear y, luego de dos lanzamientos, le conectó un roletazo entre primera y segunda al derecho de Azucareros, Jorge Santín, para dejar inaugurada la Primera Serie Nacional.

   Aquella histórica Primera Serie se desarrolló por el sistema todos contra todos, con 27 juegos para cada equipo, y fue ganada por Occidentales (18 triunfos y 9 derrotas), seguido por Orientales (13-14), Azucareros (13-14) y Habana (10-17).

   Los tres campeonatos siguientes, efectuados en fines de 1962 y 1965, mantuvieron intacta la estructura de cuatro equipos y luego se desarrollaron apenas dos campeonatos con seis selecciones.

  A partir de entonces, se inició un período de continuos cambios estructurales, comenzado con cinco temporadas de 12 selecciones y otras cinco con 14 novenas, que se extendieron hasta la serie número 16, iniciada en 1976, año en el cual se adoptó la División Político-Administrativa del país, que transformó las antiguas seis provincias cubanas en 14 territorios con esa categoría.      

   Fue con esa trascendental transformación en la división geográfica de la nación cuando comenzó un período en el cual cada una de esas nuevas provincias contaba con, al menos, un equipo representativo, excepto Ciudad de La Habana (la capital), Pinar del Río y Matanzas, que eran representadas por dos selecciones.

   Se inició, entonces, una etapa comprendida entre 1977 y 1991, en la que se efectuaron 15 series nacionales con 18 equipos, pues a los 17 provinciales se sumaba el del municipio especial Isla de la Juventud.

   Desde el campeonato número 32 (1992-93), Pinar y Matanzas ya no contaron más con dos selecciones y jugaron con un solo conjunto, por lo que el total de equipos participantes se redujo a los 16 que se han mantenido en los últimos torneos, con la excepción de la campaña 51, en la que incluyeron 17.

   Esta detallada explicación, seguramente tediosa para los especialistas del béisbol que peinan canas como yo, resulta, sin embargo, necesaria para los jóvenes que no vivieron aquella época.

   A lo largo de estos 55 años de historia de la pelota en la etapa revolucionaria, el equipo Cuba, representado por los mejores peloteros de todo el país, tejió una impresionante cadena de victorias en la esfera internacional, entre los cuales los más sobresalientes fueron los tres títulos alcanzados en los Juegos Olímpicos de Barcelona (1992), Atlanta (1996) y Atenas (2004), de los cinco torneos oficiales que se disputaron en esos años en las olimpíadas.

   A esos lauros se añadieron innumerables triunfos en los campeonatos mundiales, copas intercontinentales, juegos panamericanos y centroamericanos.

   Los últimos resultados significativos se lograron en el Primer Clásico Mundial, efectuado e 2006, en el cual, contra todo pronóstico, Cuba logró una honrosa medalla de plata, y los Juegos Panamericanos de Río de Janeiro en 2007, donde se obtuvo el oro.

   A partir de entonces se inició una década de marcada decadencia en la que no se ha obtenido un solo éxito que pueda considerarse notable, lo que, en un país acostumbrado a los triunfos de su béisbol, ha originado una ya larga polémica en torno a los pobres resultados de nuestra selección nacional, y sobre las causas y posibles soluciones a tal situación.

   En esa encendida disputa, algunos especialistas, al intentar explicar las constantes derrotas, esgrimen con fuerza, como si fuera el argumento esencial, la presencia de los peloteros profesionales que desde finales del pasado siglo comenzaron a participar en los equipos de sus respectivos países en los diferentes torneos internacionales.

   Nadie podría negar, porque resulta indiscutible, que ese factor es uno de los que deben tomarse en cuenta a la hora de razonar en torno a las causas del notabilísimo «descenso» del accionar internacional de las selecciones nacionales de la Isla.  

   Sin embargo, me parece que, en lugar de centrarnos en los contrarios, debemos dedicarnos más a mejorar lo que hacemos y fundamentalmente lo que está por hacer para lograr que Cuba llegue, más temprano que tarde, a tener un equipo como el de las décadas de los 80 y 90.

   Es cierto que el béisbol cubano se ha visto afectado en los últimos años por las frecuentes salidas del país de excelentes peloteros que hoy se desempeñan en otras ligas, pero, aún con ese hándicap, debemos preguntarnos si con la fructífera tradición y el amplio material humano que tiene Cuba en el béisbol, no pudiéramos trabajar con más eficiencia en la búsqueda, captación, preparación y retención de peloteros que alcancen la talla de los de las décadas pasadas.

   Sería un pesimismo extremo pensar que no podremos, aprovechando las experiencias pasadas y con una mejor labor de los técnicos, entrenadores y directivos, contar en un futuro no tan lejano con peloteros de la alta alcurnia de los Linares, Pacheco, Kindelán, Casanova, Gourriel, Ulacia, Urrutia… o formidables lanzadores como Vinent, Rogelio, Romero, Valdés, Valle, Costa, Vera… por sólo mencionar algunos de los que posibilitaron a nuestra pequeña isla integrar formidables selecciones, que fueron capaces de ganar muchos títulos olímpicos y mundiales e, incluso, enfrentar y  derrotar a un equipo como los Orioles de Baltimore, con sólido historial en las Grandes Ligas.

   No enfaticemos más que los rivales de ahora son más fuertes que los de hace 20 años, y reconozcamos ante todo, con humildad, que lo fundamental es que nuestro equipo nacional es actualmente mucho más débil que el de aquella época, y trabajemos más por lograr que recupere su fuerza y Cuba retome el camino de las victorias.

 

 

 


El primer partido oficial jugado por Maradona

El primer partido oficial jugado por Maradona

 

(Publicado por Hernán Bosch en tiempo21.cu, octubre 20 de 2016) 

   Hoy se cumplen cuatro décadas de los inicios en el fútbol profesional de uno de los jugadores al que todos consideran entre los más grandes de todos los tiempos, Diego Armando Maradona, quien hizo su debut en el más universal de los deportes el 20 de octubre de 1976, con apenas 15 años de edad, al jugar ese día ya en la Primera División de Argentina con el equipo “Argentinos Juniors”.

   Cuando buscaba datos sobre aquel acontecimiento, encontré en una página web del país sudamericano (dxtv.gob.ar) algunas anécdotas interesantes, narradas por quienes tuvieron el privilegio de ser testigos de los primeros pasos del genio que una década después conduciría a Argentina al título en la Copa Mundial celebrada en México en 1986.

   Cuentan que Argentinos Juniors perdía 1-0 contra Talleres de Córdoba y, en el entretiempo, el entrenador de los primeros se acercó a un chico de apenas 15 años que ya muchos consideraban como la mayor promesa del fútbol argentino: Diego Armando Maradona.

   En un tono cálido le dijo: “Vaya, pibe. Juegue como usted sabe y, si puede, tire un caño (túnel, pasarle la pelota entre las piernas al defensor)”.

   Y así fue como en una fecha como la de hoy, pero hace 40 años, Maradona se inició en la máxima división del fútbol argentino.

   Con la camiseta número 16, el luego llamado “Pelusa” o “Pibe de Oro”, ingresó al campo de juego en el segundo tiempo del partido, como sustituto de Rubén Giacobetti, y en la primera pelota que tocó… le hizo un caño a su marcador, Juan Cabrera.

  “La pelota pasó limpita y enseguida escuché el ‘ooooole’ de los hinchas, como una bienvenida”. Así recordó aquella jugada años después Maradona en su libro “Yo soy el Diego de la gente”.

   La citada fuente añade que Argentinos Juniors terminó perdiendo el encuentro, pero los periodistas de la época contaron que, a partir del ingreso de Maradona, cambió el partido y Talleres de Córdoba, que tenía como figuras a Luis Galván, José Valencia y Daniel Willington, terminó acorralado contra su arco.

   Aquel 20 de octubre de 1976, el Argentinos Juniors formó con los jugadores Carlos Munutti, Alfonso Roma, Ricardo Pellerano, Miguel Gette, Humberto Minutti, Carlos Fren, Rubén Giacobetti (en el segundo tiempo entró Diego Maradona), Mateo di Donato, Jorge López, Carlos Álvarez y Sebastián Ovelar (a los 26 minutos del segundo tiempo entró Ibrahim Hallar).

   Y el relato de la web argentina finaliza con estas palabras: “Aunque en ese momento no lo supieran, esos jugadores -de alguna manera- también quedaron en la historia, porque fueron testigos privilegiados del debut del mejor jugador de fútbol de todos los tiempos”.

   A partir de aquella fecha, Maradona desarrolló una carrera deportiva que se extendió durante 21 años como jugador activo (octubre de 1976-octubre de 1997) y su accionar como mediocampista y goleador fue tan brillante que no son pocos los técnicos, futbolistas y periodistas especializados de todo el mundo que lo consideran el mejor jugador de la historia o, al menos, lo incluyen siempre entre los más encumbrados.

   Aunque obtuvo infinidad de éxitos, sus resultados más significativos los logró con la selección nacional argentina, con la que ganó la Copa Mundial efectuada en México (1986). Allí Diego brilló con su mayor esplendor

al anotar cinco goles y dar cinco asistencias a sus compañeros en los siete partido efectuados por su equipo.

   Entre los hechos más relevantes de aquel Mundial, se recuerdan sus dos goles en el histórico triunfo contra Inglaterra en cuartos de final, conocidos como “La mano de Dios” y “el Gol del Siglo”. 

   También jugó un rol esencial en el equipo de Argentina que alcanzó el subcampeonato en la Copa Mundial de 1990 (Italia) y fue campeón en el  Mundial Juvenil en 1979, además poseer el récord de ser cinco veces máximo goleador del campeonato de la nación sudamericana.

   Sus logros más importantes a nivel de clubes los obtuvo cuando jugaba para el Nápoli, en la Liga Italiana, en la cual ganó una Copa de la UEFA y los únicos dos scudettos (títulos) que posee la institución. 

Di Stéfano: única superestrella del fútbol que nunca jugó una Copa Mundial

Di Stéfano: única superestrella del fútbol que nunca jugó una Copa Mundial

Publicado por Hernán Bosch en tiempo21.cu, 4 de julio de 2016)

Para aquilatar la monumental calidad futbolística del argentino Alfredo Di Stéfano, basta señalar que pese a no haber jugado nunca en una Copa Mundial, es considerado por la mayoría de los especialistas entre los más grandes jugadores de todos los tiempos, junto a figuras tan encumbradas como el también argentino Diego Armando Maradona, el brasileño Pelé y el holandés Johan Cruyff.

Este cuatro de julio, fecha en que se cumplen 90 años de su natalicio en Barracas, Buenos Aires, es oportuno recordar su deslumbrante trayectoria en el más universal de los deportes.

Recién cumplidos los 19 años Di Stéfano debutó como futbolista profesional el 15 de julio de 1945 con el laureado club River Plate, de la capital argentina. Fue ese el único partido que jugó en el torneo, en el cual su equipo terminó coronándose campeón.

Al año siguiente fue cedido al Huracán, club que ya se había percatado de su inmenso potencial, y en el cual disputó 25 partidos y anotó 10 goles. En 1947, dada la fortuna que se pidió por su pase definitivo y que el Huracán no pudo pagar, volvió al River Plate.

Ese año consiguió el campeonato y se consagró goleador del torneo con 27 tantos en 30 partidos. Fue también en 1947 el año en que integró la selección argentina que ganó el Campeonato Sudamericano en Guayaquil, Ecuador, en el cual jugó seis partidos con igual cantidad de goles.

En total, Di Stéfano jugó con el River Plate cuatro temporadas (1945, 47, 48 y 49) en las cuales participó en 90 partidos y anotó 55 goles, para un buen promedio de 0.61 anotación por juego.

Durante 1949 se inició en Argentina una huelga de jugadores y Di Stéfano emigró hacia el fútbol colombiano, donde fue fichado por el famoso club Millonarios, de Bogotá, donde evidenció aún con más fuerza sus dotes de extraordinario goleador y jugador en sentido general, al computar en cuatro temporadas (1949-52) nada menos que 100 goles en 111 partidos, para un fantástico promedio de 0.90, casi una anotación por juego.

Pero el clímax de su fama sobrevendría a partir de su llegada a España, donde luego de una controvertida y larga discusión por su fichaje entre el Barcelona y el Real Madrid, el club de la capital española logró apoderarse del formidable goleador argentino.

Tanta fue la trascendencia del paso de Alfredo Di Stéfano por el Real Madrid, que laenciclopedia digital española lo califica en estos términos: «La mayoría de los historiadores y aficionados están de acuerdo en afirmar que su fichaje por el club madrileño, al que llegó con 27 años y siendo casi un desconocido en Europa, cambió el rumbo del fútbol español y del viejo continente. Hasta la llegada del futbolista a la capital, el F. C. Barcelona era el dominador del país, mientras que los madrileños, en cambio, no lograban ganar la Liga desde hacía 20 años.

«Con la llegada de Di Stéfano, «los blancos» consiguieron vencer en ocho de las siguientes once ligas (en 1954, 1955, 1957, 1958, 1961, 1962, 1963, y 1964) y en el Campeonato de España-Copa del Generalísimo (en 1962), situándose como el equipo referencia a batir en España».

Internacionalmente, las extraordinarias demostraciones de Di Stéfano fueron decisivas también para que el Real Madrid ganara cinco Copas de Europa consecutivas (entre 1955 y 1959), además de dos subcampeonatos, marca aún no igualada.

En 11 temporadas, el colosal «Saeta Rubia», como apodaban al argentino,  jugó con el «club merengue» un total de 396 partidos oficiales en los que anotó 307 goles que le llevaron a ser considerado como el mejor futbolista de la época.

Pese a haber ganado dos Balones de Oro (1957 y 59), entre otras muchas distinciones que por su calidad como futbolista lo hicieron merecedor de figurar posteriormente como uno de los cuatro mejores jugadores de todos los tiempos, Alfredo Di Stéfano no tuvo nunca la dicha de participar en la Copa Mundial, máxima competición en el más universal de los deportes.

Cuando jugaba con la selección argentina, por discrepancias con la Federación brasileña, su equipo no asistió a la Copa efectuada en Brasil en 1950, en la celebrada en Suiza (1954) no pudo participar defendiendo a España, país en el que jugaba, porque aún no tenía la ciudadanía de esa nación, y en la de Suecia (1958), cuando ya era ciudadano español desde 1956, porque España no clasificó.

Muy mala suerte la del prestigioso delantero argentino-español.

A la edad de 88 años, Di Stéfano falleció en Madrid el 7 de julio de 2014, y desde el 2000 era el Presidente de Honor del Real Madrid.

En ocasión de cumplirse este 4 de julio el aniversario 90 de su natalicio, estas líneas están dedicadas a rendir un modesto homenaje a su memoria.

Dihígo: el pelotero más completo de la historia

Dihígo: el pelotero más completo de la historia

(Publicado por Hernán Bosch en tiempo21.cu, 20 de mayo de 2016)

Cuando un pelotero juega bien a la defensa en dos, tres o cuatro posiciones, fundamentalmente en el cuadro, se dice que es un buen «utility», un jugador «versátil», con lo que se subraya que es un hombre valioso para cualquier equipo.

Imagínese usted, amigo lector, cómo habrá que calificar a un jugador del cual todos los que tuvieron el privilegio de verlo actuar destacan que era excelente en cualquiera de las nueve posiciones defensivas del béisbol, es decir, comenzando por la receptoría, las cuatro restantes del cuadro, los tres jardines y el montículo del lanzador.

Añada usted a esa excepcional y portentosa virtud, la de ser un formidable bateador, tanto por sus altos promedios (average) como por la cantidad de extrabases conectados y carreras impulsadas.

Todos estos prodigiosos atributos le posibilitaron a Dihígo brillar de forma rutilante durante las décadas de los años 20, 30 y 40 del pasado siglo no sólo en la pelota profesional cubana, sino también en la de México, Puerto Rico, Venezuela, Dominicana y en las Ligas Negras de Estados Unidos.

Entre los hechos más sobresalientes de su exitosa carrera figura el haber sido el único pelotero elevado al Salón de la Fama en tres países: Cuba (1951), México (1964) y Estados Unidos (1977, post mortem).

Debido al color de su piel, el fenomenal negro Martín nunca pudo participar en el béisbol de las Grandes Ligas, pero en las llamadas  Ligas Negras de Estados Unidos logró como lanzador más de 260 victorias y bateó a sus anchas, mientras en Cuba sumó 106 triunfos con sólo 59 fracasos y en México su récord fue de 119-57, y también se impuso como bateador.

Pero ahí no acaban las proezas del «todo terreno» Martín Dihígo, que ha pasado a la posteridad con los bien ganados epítetos de «El Inmortal» y «El Maestro», este último surgido durante sus exitosas campañas en la nación azteca.

En dos ocasiones logró terminar una campaña nada menos que como ¡ líder de los bateadores y también de los lanzadores !

 

 

 

Durante 1938, en México, estableció un récord sin precedentes con Las Águilas de Veracruz, al conquistar el campeonato de los bateadores con average de 387, y barrer en el departamento de pitcheo, en el cual obtuvo los títulos de ganados y perdidos con 18-2, porcentaje de carreras limpias permitidas (0.90) y total de ponches (184).

En Cuba (temporada 1935-36) logró similar hazaña al guiar como manager del equipo a los Leopardos del Santa Clara a la conquista del campeonato y, como si eso fuera poco, obtuvo nueve liderazgos individuales, incluyendo la corona de los bateadores (359 de average) y de los lanzadores (11 triunfos-2 derrotas).

El 16 de septiembre de 1937 protagonizó otro hecho espectacular en la Liga Mexicana, cuando lanzó el primer juego de cero hit-cero carrera logrado en ese país, al blanquear 4-0 al equipo Nogales.

Todo este impresionante número de proezas deportivas fue reconocido por muchos prestigiosos directivos y peloteros en los países en que se desempeñó El Inmortal. A manera de ejemplo, vamos a citar sólo dos de esas valoraciones:

El prestigioso pelotero negro Cool «Papa» Bell, quien jugó junto a Martín en las Ligas Negras estadounidenses, expresó en una ocasión: «Dihígo fue el jugador más completo que vi. Una superestrella en la posición que jugara. Algo así como un Oscar Charleston en el center field, un Judy Johnson en tercera, Buck Leonard en primera o un Henry Sam Lloyd en el campo corto. Fue el mejor entre todos nosotros y cuando lanzaba generalmente ocupaba entre el tercer y quinto turno en el orden al bate».

Por su parte Al Campanis, quien fuera vicepresidente de los Dodgers de Los Ángeles, lo comparó en calidad y grandeza con estrellas superfamosas como Ted Williams, Joe Dimaggio y Babe Ruth, y opinó de forma concluyente sobre Dihígo en estos términos: «Era el pelotero más completo que he conocido».

Este 20 de mayo de 2016, al cumplirse el aniversario 45 del fallecimiento en Cienfuegos de Martín Dihígo, El Inmortal, sirvan estas líneas como un modesto homenaje a una estrella que brilló con luz propia y de manera deslumbrante entre la pléyade de los más grandes peloteros de la historia.

Cristiano podrá ser el más espectacular goleador, pero el mejor futbolista del planeta es Messi

Cristiano podrá ser el más espectacular goleador, pero el mejor futbolista del planeta es Messi

   Nadie duda que el gol es el momento más espectacular en un juego de fútbol,  como lo es el jonrón en el béisbol, y que por supuesto ambas acciones revisten importancia capital a la hora de decidir al ganador de un partido en estas manifestaciones deportivas.

   Sin embargo, los totales de goles anotados y cuadrangulares conectados no son el único aspecto que se analiza por los especialistas a la hora de seleccionar al mejor jugador en esos masivos deportes.

   Barry Bonds, por ejemplo, es el máximo jonronero en la historia de las Grandes Ligas del béisbol estadounidense, con 762, y jamás he escuchado o leído su nombre cuando se habla o se escribe sobre los mejores jugadores que han pasado por la “gran carpa”.

   Tampoco nuestro fenomenal bateador Orestes Kindelán, líder jonronero en la pelota cubana, con casi 500, es incluido cuando se mencionan a los peloteros más integrales de Cuba, honor que corresponde siempre a hombres como Omar Linares, Antonio Pacheco o Luis Giraldo Casanova, por sólo mencionar algunos, que además de ser grandes bateadores eran estrellas también en la defensa, el corrido de las bases y otros aspectos importantes en el deporte de las bolas y los strike.

   Lo mismo sucede con el fútbol. Es cierto que el Balón de Oro, máximo galardón que desde 1956 se otorga al jugador seleccionado como mejor del mundo en cada temporada anual, se entrega por lo general a grandes goleadores, pero no siempre le pertenece al mayor goleador, pues se analizan otros factores del juego como las asistencias brindadas a sus compañeros para anotar los goles, la visión general de juego, calidad en el dominio del balón y los pases, y el aporte general a su equipo, entre otros.

   Si el único aspecto que se analizara fuera la mayor cantidad de goles anotados, entonces no sería necesaria la constitución del gran jurado integrado por la prensa especializada, federativos y técnicos del fútbol en gran parte del mundo que cada año decide a quién se le otorga el alto galardón.

   En los últimos años, el argentino Lionel Messi y el portugués Cristiano Ronaldo, las dos grandes estrellas de los clubes españoles Barcelona y Real Madrid, han acaparado durante nada menos que ocho temporadas consecutivas el Balón de Oro, y lo han hecho, incluso, sin recibir  gran resistencia por los otros aspirantes, porque, realmente, todos los amantes del fútbol en el mundo reconocemos que son los dos mejores jugadores del planeta.

   Ronaldo se caracteriza por su fuerte constitución física, gran velocidad de desplazamiento, fuerte pateo con ambas piernas, precisión al cabecear y en el cobro de penales. Ha recibido el Balón de Oro en tres ocasiones, en los años 2008, 2013 y 2014.

   Messi, de baja estatura y sin una fortaleza física que impresione, sobresale pese a ello por su talento como jugador, extrema rapidez y precisión en la conducción del balón junto a sus pies, pateo preciso, sentido de la colocación, el arrastre de marcas  y empleo del juego colectivo que le posibilita asistir con mucha frecuencia a sus compañeros. Es el único jugador del mundo que ha recibido en cinco ocasiones el Balón de Oro, cuatro de ellas en forma consecutiva (2009, 2010, 2011, 2012 y 2015). Nadie más ha podido obtenerlo siquiera en cuatro ocasiones.

   Ambos, por supuesto, son portentosos goleadores, al extremo de figurar todos los años entre los primeros del mundo en ese importante indicador.

Realmente, no sé el porqué aún hay quienes discuten tan encarnizadamente en torno a quién es el mejor jugador del planeta.

   Supongo que ello se deba, en algunos casos, al desconocimiento, y en la mayoría a que hay aficionados y aficionadas que, al analizar al respecto, no se despojan de las influencias que el atractivo o “carisma” personal del deportista ejercen sobre el espectador, y cuando eso sucede, dejamos de ser aficionados para convertirnos en fanáticos de una persona, nos obnubilamos y no razonamos con imparcialidad.

   Son los hechos, los resultados – y no las pasiones -, los que determinan.

   Cristiano Ronaldo podrá ser el más espectacular de los goleadores, pero el mejor futbolista del planeta se llama Lionel Messi.