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Soler Puig: una figura encumbrada de la narrativa cubana

Soler Puig: una figura encumbrada de la narrativa cubana

(Publicado por Hernán Bosch en tiempo21.cu, noviembre 10 de 2016)

El prestigioso intelectual uruguayo Mario Benedetti (poeta, novelista, ensayista, periodista y dramaturgo), al referirse a los homenajes que en 1976 se rindieron en Santiago de Cuba a José Soler Puig por el aniversario 60 de su natalicio, escribía en un artículo publicado en la Revista de Crítica Literaria Latinoamericana:

«¿Quién es este novelista, que de tal manera convoca el entusiasmo de los santiagueros y sin embargo es sólo medianamente conocido en el resto su país, y virtualmente ignorado en América Latina ? ¿Será que sus temas y desarrollos, tan estrictamente santiagueros, le quitan vigencia para lectores de otras procedencias? ¿O acaso su obstinada permanencia en Santiago lo confina a un destino de escritor provinciano?

Y seguidamente el prolífico escritor sudamericano respondía a esas interrogantes con un vaticinio que el tiempo ha ido haciendo realidad: «Ninguna de estas explicaciones me satisface, y sinceramente pienso que muy pronto Soler será valorado como uno de los grandes nombres de la novela latinoamericana».

Ciertamente, el tránsito por el mundo de la literatura resultó embarazoso para el santiaguero José Soler Puig, quien a pesar de haber sido desde su juventud un lector apasionado, un autodidacta con genuina vocación de escritor, tuvo que hacer sus primeros intentos literarios en medio de los avatares que imponía la vida a un hombre de origen humilde en la etapa seudorrepublicana que sufrió Cuba, en un largo un período que abarcó casi todas las primeras seis décadas del siglo XX.

Soler había nacido en Santiago de Cuba el 10 de noviembre de 1916, hace hoy precisamente un siglo y, desde muy joven, para buscar su sustento, tuvo que realizar diversas labores y oficios, entre ellos vendedor ambulante, pintor de brocha gorda, jornalero agrícola y obrero fabril, pero nunca lo abandonó su acendrada inclinación por la creación literaria.

 También, por estas mismas razones de trabajo, se vio precisado a vivir temporalmente en lugares tan distantes y diversos como Guantánamo, la antigua Isla de Pinos (hoy Isla de la Juventud), Gibara y La Habana, aunque, siempre, retornó a su amado Santiago de Cuba, cuya rica historia y vivencias constituyen la médula de su obra literaria.

Al triunfar la Revolución Cubana en 1959, gesta libertaria en la que había participado en la clandestinidad como colaborador del Movimiento 26 de Julio, Soler se trasladó hacia La Habana, donde comenzó a escribir para la radio y el cine.

Apenas un año después, en 1960, cuando aún era un escritor casi desconocido, sorprendió a la inmensa mayoría de los especialistas literarios al alcanzar el premio de novela en el primer concurso convocado por la recién inaugurada Casa de las Américas, con «Bertillón 166», que posteriormente ha sido editada varias veces en Cuba y se ha traducido a varios idiomas, por constituir una obra emblemática de la novelística cubana en la etapa revolucionaria.

También era llamativo que ese prestigioso lauro lo logró el santiaguero cuando estaba ya próximo a cumplir los 44 años, lo que resultaba algo poco común entre los escritores, que por lo general «debutan» o dan a conocer sus obras a una edad más temprana.

En los años posteriores, Soler Puig escribió varias obras de teatro y se desempeñó como guionista en la radio y el cine, pero, indudablemente, fueron sus novelas las que le dieron un gran prestigio como escritor.

A Bertillón 166, siguieron otras como En el año de enero (1963), El Caserón (1964), El derrumbe (1964), El pan dormido (1975), Un mundo de cosas (1982), El nudo (1983), Una mujer (1987), Año nuevo, (1989) y Ánima sola (1996).

Estas obras integrarían un ciclo novelístico que hizo merecedor a Soler Puig de múltiples reconocimientos, entre ellos el Premio Anual de la Crítica Literaria en 1982, por su novela Un mundo de cosas, y el Premio Nacional de Literatura (1986), por su trayectoria como narrador.

Soler falleció en su natal Santiago de Cuba el 30 de agosto de 1996, a la edad de 79 años.

En ocasión de cumplirse hoy 10 de noviembre un siglo de su natalicio, en su natal Santiago y en las instituciones culturales de toda Cuba se ha desarrollado una jornada de homenaje al prestigioso novelista, con el propósito fundamental de contribuir a difundir aún más su obra.

Estas modestas líneas se suman al merecido reconocimiento que se tributa a la memoria de José Soler Puig, una de las figuras encumbradas de la narrativa cubana en la segunda mitad del siglo XX.

 

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