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La Revolución que estremeció al mundo hace 95 años

La Revolución que estremeció al mundo hace 95 años

Por Hernán Bosch

Publicado en página web envarelkadri, de Argentina, noviembre 2012

 

El 25 de octubre de 1917, según el antiguo calendario ruso (7 de noviembre del calendario gregoriano), se convirtió en una fecha memorable para toda la humanidad: ese día triunfó en Rusia la Gran Revolución Socialista de Octubre, que marcó un hito en la historia de la humanidad.

Fue la primera revolución en la que ganó el proletariado, pues su más trascendental predecesora, la Revolución Francesa, de carácter burgués, había dejado implantada la propiedad privada capitalista de los medios de producción como régimen económico imperante.

La Revolución rusa liderada por el genial Vladimir Ilich Lenin, sin embargo, significó el paso de la teoría del socialismo científico a la práctica humana de ese sistema social, más justo y humanitario que sus antecesores.

Las causas que condujeron al levantamiento y triunfo de los “bolcheviques” rusos son múltiples y complejas, pero la gran mayoría de los historiadores coinciden en apuntar los siguientes factores económicos, sociales y políticos, resumidos en la enciclopedia digital cubana (ECURED):

La inclusión de la Rusia zarista en la Primera Guerra Mundial (1914), ocasionó que más de 15 millones de hombres se incorporaran al ejército, lo cual dejó un número insuficiente de trabajadores en las fábricas y las granjas y provocó una escasez generalizada de alimentos y materias primas. Como consecuencia de ello, los obreros enfrentaron insoportables condiciones de trabajo, con jornadas superiores a las 12 horas y bajos salarios.

Esa situación desencadenó muchas protestas y huelgas que reclamaban mejores condiciones laborales y salariales.

Pese a que algunas fábricas accedieron a las peticiones para elevar los salarios, la inflación provocada por la guerra anuló su efecto, pues los precios se elevaron considerablemente.

Las causas sociales de la Revolución tienen su origen en siglos de opresión del régimen zarista sobre los desposeídos. Baste decir que aproximadamente el 85 por ciento del pueblo ruso formaba parte del campesinado, oprimido por la aristocracia feudal y los funcionarios imperiales.

Este desolador panorama fue agravado por la Primera Guerra Mundial, que aumentó el caos debido a la inmensa demanda de obreros para la producción industrial de artículos de guerra. Además, gran cantidad de campesinos emigraron hacia las ciudades, que pronto se vieron superpobladas y bajo condiciones de vida empeoradas por el conflicto armado, que exigía mayores cantidades de alimentos y otros recursos para el ejército.

Para colmo de males, esta situación se sumaba al descalabro experimentado por la política exterior rusa, especialmente en el Lejano Oriente, con el fracasado intento de conquista de Manchuria y la debacle del ejército y la armada imperial durante la Guerra Ruso-Japonesa de 1905, que causaron profundo malestar en distintos sectores sociales del país.

En un escenario tan desolador, las condiciones eran propicias para el alzamiento que el 7 de noviembre de 1917, hace hoy 95 años, dirigiera el máximo líder del Partido Bolchevique, Vladimir Ilich Lenin, en Petrogrado, entonces capital de Rusia, contra el gobierno provisional de Aleksandr Kerensky.

La insurrección terminó exitosamente y, a partir de entonces, el poder pasó a manos de los obreros y campesinos, principales fuerzas motrices de la revolución socialista.

Durante los primeros años del triunfo, bajo la genial dirección de Lenin hasta su prematura muerte en 1924, y en las siete décadas subsiguientes, los comunistas y el pueblo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), constituida en diciembre de 1922, libraron batallas colosales y alcanzaron, en los campos económico, social, político, cultural y militar, avances prodigiosos.

En un tiempo histórico relativamente corto, convirtieron al empobrecido y explotado país que heredaron en una potencia mundial de primer orden.

Los errores humanos que condujeron a la disolución de la URSS en 1991, no opacan en lo absoluto la inconmensurable dimensión histórica de la proeza protagonizada por los bolcheviques rusos, que abrió una nueva época para la humanidad.

Aquellos “días que estremecieron al mundo”, como los describió magistralmente el periodista norteamericano John Reed, constituyen un paradigma imperecedero para la lucha de los pueblos del mundo por su libertad.

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