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La Avellaneda: en torno a una polémica histórica sobre una cubana universal

La Avellaneda: en torno a una polémica histórica sobre una cubana universal

(Publicado por Hernán Bosch en tiempo21.cu, marzo de 2014)

Citada por el conocido poeta y ensayista Roberto Méndez Martínez, inicialmente en un artículo publicado en el Portal Cubarte y luego en la página web habanaradio.cu, hay una interesantísima anécdota sobre hasta dónde llegaron los avatares de la vida y obra de la gran poetisa camagüeyana del siglo XIX Gertrudis Gómez de Avellaneda (conocida como Tula y “La Peregrina”), de cuyo natalicio celebramos el bicentenario este 23 de marzo.

   Precisa Méndez que “a lo largo de su vida y también después de su deceso en Madrid en 1873, la audaz antiesclavista de Sab, la crítica del colonialismo español en América que vio censurada su novela Guatimozín, la que motivara tantas veces el escándalo con sus reivindicaciones del papel social de la mujer, desde su temprano drama Leoncia, ha sido reiteradamente despojada de su condición de cubana y juzgada simplemente como una autora española, aunque ella, de modo explícito, defendiera su vinculación con las letras insulares”.

   El también crítico literario Méndez Martínez continúa narrando que durante los años amargos que siguieron al golpe de estado de Fulgencio Batista en 1952, con motivo de la construcción del Teatro Nacional en la Plaza Cívica, se desató una polémica en torno a la licitud patriótica de dar el nombre de la poetisa a la institución. Resulta llamativo que el asunto no comenzara como un debate intelectual, sino como una cuestión política, que pasó a la prensa con ciertos ribetes amarillos.

   El periodista Rafael Soto Paz publicó en esa época un artículo en el diario Prensa Libre, en el cual negaba rotundamente la cubanía de la Avellaneda. Se apoyaba, según él, en el criterio del Capitán Vilardell Tapis, por entonces presidente del Consejo Provincial de Veteranos de Camagüey, quien a su vez, se hacía supuestamente eco de los criterios de esa asociación y de ciertos círculos femeninos locales. Por esta razón se reclamaba que el nombre que debía llevar el nuevo coliseo era el de la poetisa Luisa Pérez de Zambrana, sin tener en cuenta que esta no tuvo vínculos visibles con las artes escénicas.

   “Es preciso aclarar – escribe Méndez - que Soto Paz, periodista profesional, colaborador o redactor de importantes publicaciones, que había recibido en 1951 el Premio Juan Gualberto Gómez, tenía una irresistible atracción por las polémicas más o menos escandalosas y, al parecer, se creía destinado a la misión de certificar la “cubanía” de las figuras más relevantes de nuestro siglo XIX, su libro La  falsa cubanidad de Saco, Luz y del Monte (La Habana, Editorial Alfa, 1941), le había valido cierta notoriedad unos años antes”.

   No obstante ese “aval” del mencionado periodista, varios intelectuales cubanos de renombre replicaron sus argumentos y defendieron a la Avellaneda, entre ellos la eminente escritora Dulce María Loynaz, quien fuera luego merecedora de innumerables premios y reconocimientos nacionales e internacionales por su exquisita obra poética, entre estos la Distinción por la Cultura Nacional (1981),  Premio Nacional de Literatura (1987), el Premio Príncipe de Asturias y el Premio Miguel de Cervantes (1992).

   Dulce María preparó una conferencia titulada “La Avellaneda, una cubana universal”, que fuera dictada precisamente en el Liceo de Camagüey, la ciudad natal de Tula, el 10 de enero de 1953, en la cual expuso con solidez pruebas que demostraban que la Avellaneda llevaba en sí a la vez una innegable cubanía y una condición universal incuestionable.

   Cito a continuación partes medulares de esa conferencia de la Loynaz:

   “Y es que la tierra no está en la circunstancia sino en la sangre. No está siquiera en la voluntad, sino en el amor.

La tierra se lleva a veces sin saber y sin querer como un ala dormida o como una cruz de nacimiento...Pero se lleva siempre, a pesar de todo y sin contar con nada.

Sobre esto sí que nadie puede echar cuentas. Se es de la tierra como se es de la madre, sin previo acuerdo y sin posible o efectivo arrepentimiento.

La tierra no es un modo de estar, sino un modo de ser. El modo de estar depende de muchas cosas...Pero el modo de ser solo depende de Dios. Gertrudis Gómez de Avellaneda tuvo un modo de estar entre los españoles, un modo digno por el cual ella nada perdió y Cuba salió ganando.

Pesaba mucho esa mujer y en aquel momento solo España tenía brazo poderoso para levantarla. La levantó y debemos agradecer el esfuerzo y guardar la mujer para nosotros”. 

  

   En sus líneas finales, la exposición de Dulce María proclamaba en tono exhortativo:

 “Ha llegado el momento de definirse. Cada uno tiene su modo de servir y si pensamos que dentro del suyo, Tula no sirvió a la gloria de Cuba, cedámosla de una vez, a quienes no andan con tantos remilgos para brindarle y muy contentos, sitio de honor entre sus filas.

  Ved que es vuestra Tula a quien se llevan entre ruindades y pequeñeces.

[...]

  Es a ella a quien nos arrebatan, y esta vez para siempre.

  No lo permita Dios, amigos presentes. Ni lo permita el Camagüey bravío.

  ¡A rescatar a vuestra Tula, aunque sea como en la gesta heroica, con un puñado de corazones!

  ¡A rescatar vuestra amazona, aunque sea como dijo Agramonte, solo con la vergüenza!”

 

   Aquella histórica polémica tuvo una solución que Méndez Martínez califica de “salomónica”: el Teatro Nacional quedó inconcluso, pero se adoptó la decisión de denominar Avellaneda a la sala grande, mientras a la pequeña se le bautizó como Covarrubias, pero no se colocó nombre propio alguno para identificar la institución.

   Si bien es cierto que Gertrudis Gómez de Avellaneda vivió muchos años y murió (primero de febrero de 1873) en España, donde escribió y publicó la mayor parte de su extensa obra poética, narrativa y teatral, no menos incuestionable es que tanto en su quehacer literario como en su espiritualidad se reflejó siempre su amor por Cuba.

   Un ejemplo de ello es su conocido soneto “Al partir”, que escribiera al salir de la tierra cubana, en 1836:

Al partir
(Soneto)

¡Perla del mar! ¡Estrella de occidente!
¡Hermosa Cuba! Tu brillante cielo
la noche cubre con su opaco velo,
como cubre el dolor mi triste frente.
¡Voy a partir!... La chusma diligente,
para arrancarme del nativo suelo
las velas iza, y pronta a su desvelo
la brisa acude de tu zona ardiente.
¡Adiós, patria feliz, edén querido!
¡Doquier que el hado en su furor me impela,
tu dulce nombre halagará mi oído!
¡Adiós!... Ya cruje la turgente vela...
el ancla se alza... el buque, estremecido,
las olas corta y silencioso vuela.

 

Impronta de la escultora mexicana Electa Arenal en Puerto Padre

Impronta de la escultora mexicana Electa Arenal en Puerto Padre

(Publicado por Hernán Bosch en tiempo21.cu, octubre 27 de 2010)

 

Hace ya casi medio siglo, la pintora y escultora mexicana Electa Arenal Huerta dejó su huella en la pequeña y pintoresca ciudad cubana de Puerto Padre, en la oriental provincia de Las Tunas, a unos 700 kilómetros al este de La Habana.

La principal obra realizada por la artista en esta localidad fue el mural Canto a la Revolución, ubicado en la fachada del hospital Raymundo Castro, que fuera inaugurado el 17 de julio de 1962.

Se trata de una pieza confeccionada con hormigón armado, que muestra seis figuras humanas y unas palomas que simbolizan las luchas libertarias, el triunfo de la Revolución y la disposición de los cubanos de defender su patria.

Obra de gran formato, se encuentra en la fachada del hospital Raymundo Castro, en la avenida Máximo Gómez, y su realización tiene evidentes influencias del monumentalismo mexicano.

Artesanos locales colaboraron con Electa, quien también emplazó una de sus creaciones en el círculo infantil puertopadrense Antonio Barrera, titulada Niños del futuro, con el empleo de la misma técnica del gigantesco mural, pero de menor tamaño.

Electa Arenal siempre sintió una viva simpatía por la Revolución Cubana, y prueba de ello es que entre 1961 y 1967 se radicó en la Isla, específicamente en la oriental ciudad de Holguín, donde realizó una meritoria obra artística que aún perdura y forma parte importante del patrimonio cultural de esa localidad.

Allí emplazó varios murales con temática política, incluidos homenajes a héroes de la Revolución Cubana, que embellecen a la urbe holguinera, situada a unos 750 kilómetros al este de La Habana.

Controvertida por su desenfado ante la vida y forma de vestir en aquella época, la artista murió en 1969 en México, al caer accidentalmente de un andamio mientras pintaba a considerable altura junto al afamado artista mexicano David Alfaro Siqueiros, su tío político.

Neruda: "El más grande poeta del siglo XX"

Neruda: "El más grande poeta del siglo XX"

(Publicado por Hernán Bosch en tiempo21.cu, 23 de septiembre de 2013)

El calificativo de “el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma”, que le otorgara un escritor tan prestigioso como Gabriel García Márquez, resultaría suficiente para tener una idea de la gloria literaria de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, conocido mundialmente por el seudónimo de Pablo Neruda.
A un elogio de tal magnificencia se suma el del afamado crítico y teórico literario estadounidense Harold Bloom, quien escribió al referirse a Neruda: “Ningún poeta del hemisferio occidental de nuestro siglo admite comparación con él”.
Neruda, quien durante el transcurso de su amplio peregrinar por el mundo se convirtiera en destacado poeta, escritor, diplomático y político defensor de las causas más justas, había nacido el 12 de julio de 1904 en Parral, Chile, y murió un día como hoy, 23 de septiembre, de 1973, hace exactamente cuatro décadas.
Publicó su primer poema (La canción de la fiesta) con el seudónimo de Pablo Neruda, en homenaje al afamado poeta, escritor y dramaturgo checo Jan Neruda, nombre que mantuvo a partir de entonces y que legalizó en 1946.
Según datos consignados en el sitio digital Biografías y Vidas, la madre de Pablo murió sólo un mes más tarde de que naciera él, después de lo cual su padre, un empleado ferroviario, se instaló en Temuco, donde el joven Neruda cursó sus primeros estudios y conoció a Gabriela Mistral.
Allí también comenzó a trabajar en un periódico, hasta que a los dieciséis años se trasladó a la capital, Santiago de Chile, ciudad en la que publicó sus primeros poemas en la revista Claridad.
Ya en 1924, con apenas 20 años de edad, alcanzó fama internacional con su libro “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, obra que, junto con “Tentativa del hombre infinito”, distingue la primera etapa de su producción poética, signada por la transición del modernismo a formas vanguardistas influidas por el creacionismo de Vicente Huidobro.
Posteriormente, problemas económicos indujeron a Neruda a emprender, en 1926, la carrera consular que lo llevó a residir en Birmania, Ceilán, Java, Singapur y, entre 1934 y 1938, en España, donde se relacionó con García Lorca, Aleixandre, Gerardo Diego y otros componentes de la llamada Generación del 27, y fundó la revista Caballo Verde para la Poesía.
Durante su estancia en el país ibérico, Neruda apoyó a los republicanos al estallar la guerra civil y escribió su poema “España en el corazón” y, progresivamente, su obra literaria experimentó una transición hacia formas herméticas y un tono más sombrío al percibir el paso del tiempo, el caos y la muerte en la realidad cotidiana.
De regreso en Chile, en 1939 Neruda ingresó en el Partido Comunista y su obra comenzó un giro hacia la militancia política que culminó con la exaltación de los mitos americanos de su “Canto general”.
En 1945 fue el primer poeta en ser galardonado con el Premio Nacional de Literatura de Chile. En esta época fue electo senador y desde ese puesto utilizó su oratoria para denunciar los abusos y las desigualdades del sistema. Tal actitud provocó la persecución gubernamental y su posterior exilio en Argentina, de donde se trasladó a México.
Más tarde viajo por la Unión Soviética, China y otros países socialistas de Europa oriental, recorrido durante el cual escribió poemas laudatorios y de corte propagandístico.
Luego de su regreso a su país natal, la poesía de Neruda inició una nueva etapa en la que la simplicidad formal se combinó magistralmente con una gran intensidad lírica.
Su cada vez mayor prestigio literario a nivel mundial fue reconocido en 1971, año en el cual se le concedió el Premio Nobel de Literatura.
Como muestra de su grandeza como intelectual y como ser humano, Pablo había renunciado un año antes a su candidatura presidencial en Chile, a favor del líder socialista Salvador Allende, quien lo nombraría embajador en París al asumir la presidencia.
Dos años más tarde, ya gravemente enfermo, regresó a su patria, donde murió apenas 12 días después del artero golpe fascista del general Augusto Pinochet, que derrocó y costó la vida a Allende.

 

Un tributo imperecedero a Emiliano Salvador, en su natal Puerto Padre

Un tributo imperecedero a Emiliano Salvador, en su natal Puerto Padre

(Publicado en tiempo21.cu, octubre 22 de 2011)

En ocasión de cumplirse este 22 de octubre el decimonoveno aniversario del prematuro fallecimiento de Emiliano Salvador, vale la pena recordar a esta figura paradigmática de la música cubana, mediante una visita a la plaza cultural que para rendirle homenaje se erigió en su ciudad natal, Puerto Padre, ubicada en la provincia de Las Tunas, unos 690 kilómetros al este de La Habana.

El parque, enclavado en la cima de una elevación de 34 metros sobre la cual se asienta la pintoresca villa puertopadrense, está concebido en forma de un piano y cuenta con 41 bancos de metal para simbolizar la edad que tenía el músico al morir en 1992.

La plaza Emiliano Salvador incluye, además, la ubicación de 19 luminarias y ocho palmáceas, que representan el día y el mes en que nació el destacado músico, en 1951, según explica Ángel Alberto Álvarez, principal proyectista de la obra.

Una escultura que representa un piano de cola del cual surge la figura de Emiliano, frente al teclado y tocado con sombrero, como solía hacer en sus presentaciones, constituye un atractivo central en este parque. Construida mediante la técnica del ferrocemento cubierto con una pátina a base de pinturas blanca y negra, la obra está emplazada en un escenario que se utiliza para diversas actividades culturales.

Por sus dotes de excepcional pianista y su manera original de tocar, Emiliano Salvador se ganó un merecido sitial entre las figuras más encumbradas del denominado jazz latino.

Emilianito, como se le conocía cariñosamente en su terruño, se inició en los trajines de la música desde los nueve años, en una orquesta popular que dirigía su progenitor en Puerto Padre, y luego cursó estudios en la Escuela Nacional de Arte, en la capital cubana. Junto a Leo Brouwer, Sergio Vitier, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y otras figuras prominentes de la música cubana, integró a fines de la década de los años 60 del pasado siglo el legendario Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC (Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográficos).

Fue a partir de entonces que comenzó su ascendente carrera profesional, hasta convertirse en un reconocido compositor y arreglista y, sobre todo, en un excepcional tecladista.

Su maestría como intérprete del jazz fue reconocida en muchos países por los cuales paseó su arte, entre ellos España, Francia, Italia, Alemania, la antigua Unión Soviética, Holanda, Canadá, México, Colombia y otras naciones de Europa y América, donde sus discos han sido ampliamente difundidos.

En 1980 tuvo el honor de ser el primer latinoamericano que participó en el concierto "Pianísimo", del prestigioso Festival de Ottawa, Canadá, al cual asisten los mejores tecladistas de jazz del mundo.

La plaza cultural erigida en 2007 para rendirle tributo en su natal Puerto Padre, ciudad conocida como Villa Azul de los Molinos, constituye un merecido homenaje a una figura emblemática de la música cubana.