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¿Vale la pena sembrar para no cosechar ?

 

 

Publicado web periódico invasor, 5 de octubre de 2009) 

Aunque parezca absurda, la pregunta tiene una respuesta totalmente positiva solo cuando nos referimos a los llamados "abonos verdes". 
La imperiosa necesidad de enriquecer y preservar los suelos se comprende mejor cuando se conoce que, según especialistas, cerca del 75 por ciento de las tierras cultivables de Cuba se encuentran afectadas por uno o más procesos degradantes.
Es amplia la relación de esos factores adversos, pero los que con mayor fuerza se manifiestan son la erosión, la salinidad y la sodicidad, la baja fertilidad natural y el deficiente drenaje.
Entre las causas que provocan y aceleran la acción de esos elementos perjudiciales, figura en primerísimo lugar el progresivo proceso de deforestación indiscriminada a que fue sometida la Isla hasta mediados del pasado siglo.
La deforestación es precisamente el factor fundamental entre los que inician y aceleran el deterioro de los suelos, porque facilita la acción degradante de vientos sostenidos, fuertes lluvias e intensas radiaciones solares.
A ello se unen el empleo excesivo de la maquinaria, los fertilizantes, pesticidas y otras acciones humanas que contribuyen a compactar los terrenos y los contaminan con derrames de lubricantes y productos químicos nocivos, o el uso de técnicas inadecuadas en la preparación de la tierra.
Son conocidos los esfuerzos de la nación para impulsar el empleo de fertilizantes orgánicos, la tracción animal y los biopesticidas.
Incluso, la capacitación de los agricultores en técnicas como el laboreo mínimo, el cultivo en forma perpendicular a las pendientes para evitar la erosión y la siembra de barreras vivas.
Hay, sin embargo, una forma de enriquecimiento del suelo que no ha sido tan divulgada como las anteriores, pero no por ello deja de tener significativa importancia.
Se trata del llamado "abono verde", que consiste en el cultivo de especies vegetales nativas o introducidas, perennes o anuales, pero preferentemente de ciclos vegetativos cortos, que se incorporan al suelo para enriquecerlo, recuperar y mejorar sus condiciones biológicas, físicas y nutricionales.
Generalmente, con ese fin se utilizan leguminosas como el frijol terciopelo, las canavalias o la leucaena, que son grandes aportadoras de nitrógeno a la tierra.
Una de las principales ventajas de los abonos verdes es que abastecen de materia orgánica al terreno y constituyen un alimento ideal para los microorganismos que permanecen en él, por lo que aumentan su actividad biológica.
También conservan la humedad y evitan la rápida evaporación, fijan nutrientes y reducen su lavado por los efectos del agua, además de controlar el desarrollo de las malas hierbas.
Esos beneficios, en conjunto, representan una contribución significativa en la lucha por mejorar y preservar la calidad de la tierra cultivable, el más importante entre los recursos naturales.
Los abonos verdes constituyen, pues, una muy buena opción en ese vital empeño.

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